La tecnología es un conjunto de herramientas que nos permite afrontar y resolver nuevos retos. Un avance tecnológico por sencillo que sea puede llegar a ser clave para el desarrollo de la humanidad. Al pensar en las implicaciones que tuvieron los inventos de la rueda, o de la palanca, nos damos cuenta de que ideas sencillas pueden tener un gran impacto en nuestras vidas. Y al ver la tecnología que nos rodea hoy en día vemos que el desarrollo de la misma es un proceso acumulativo y constante, puesto que los nuevos hallazgos se alimentan del conocimiento previamente adquirido y de la misma manera las mejoras tecnológicas dan lugar a nuevo conocimiento y a nuevos desarrollos.
La microfluídica, un área emergente de desarrollo tecnológico. La microtecnología es tecnología cuyos componentes fundamentales tiene tamaño micrométrico. Ejemplos de microtecnologías que ya forman parte de nuestra vida cotidiana son los sistemas microelectrónicos que usamos habitualmente en nuestros teléfonos móviles, nuestras cámaras fotográficas, coches, ordenadores, etc. Todos ellos tienen chips, formados por estructuras aislantes y conductoras de tamaño micrométrico. Un chip microelectrónico está formado por miles de rutas y caminos, por una red de “autopistas y carreteras” para electrones. De forma análoga un dispositivo microfluídico está formado por redes de microcanales por los que circulan líquidos de manera controlada. Integrando sensores dentro de estas redes fluídicas, ya sean sensores químicos, físicos o incluso células (que también pueden actuar como sensores), obtenemos plataformas analíticas capaces de darnos información sobre los líquidos que contienen. Los sistemas microfluídicos constituyen pequeños laboratorios en miniatura, que permiten automatizar el proceso analítico de una muestra con mínima manipulación por parte del usuario. Por eso reciben también el nombre de Laboratorio en un Chip. Su pequeño tamaño y alto nivel de control permiten obtener información con muy poca cantidad de muestra.
¿Cómo de grande es un microcanal y cuánto fluido cabe en él? Tomemos como referencia una gota de sangre que habitualmente tiene en torno a unos 50 microlitros de volumen. Para llenar un microcanal de 100 micrometros de diámetro (osea, tan fino como un cabello humano) y de 1 cm de longitud necesitaríamos unos 100 nL de liquido, la décima parte de un microlitro. Es decir, que con una sola gota de sangre podríamos llenar hasta 500 de esos microcanales.
Laboratorios en un chip para una medicina de precisión. Una de las tendencias actuales de aplicación de los sistemas microfluídicos es la fabricación de dispositivos que mimetizan funciones biológicas. Esto se conoce como órgano en un chip. Son plataformas idóneas para estudiar, por ejemplo, el efecto de nuevos medicamentos o productos tóxicos sobre células u organoides depositados en un chip. La validación de estas plataformas supondría la posibilidad de sustituir el testado de medicamentos en animales por análisis in-vitro, lo cual impactaría en el abaratamiento del descubrimiento y producción de medicamentos. Además, gracias a sus pequeñas dimensiones, es posible monitorizar los efectos de medicamentos sobre las propias células de un paciente previamente depositadas en el chip y de esta manera evaluar y optimizar tratamientos personalizados. El desarrollo de plataformas microfluídicas para el análisis celular permitirá, obtener nuevo conocimiento científico, reducir el uso de animales en los laboratorios y desarrollar terapias personalizadas, lo cual conduce al aumento de la eficacia de las terapias y a la reducción de los costes sanitarios.
Chips desechables de bajo coste. En los años 90, cuando empezó la era de la microfluídica, estos dispositivos se fabricaban en vidrio y necesitaban instrumentos electrónicos anexos para controlar el flujo de fluidos en su interior. Hoy en día se usan materiales más baratos como el plástico y el papel, que además son idóneos para la fabricación en masa, permitiendo la producción de gran cantidad de cartuchos fluídicos de bajo coste, autónomos y fáciles de usar. Una consecuencia directa del abaratamiento de costes de producción y la facilidad de uso, es que pueden adquirirse y consumirse en grandes cantidades. La accesibilidad a estos dispositivos analíticos aumentará la frecuencia de análisis e incrementará la cantidad de datos obtenidos. Por otro lado, la combinación de la microelectrónica ligera y la microfluídica permite transmitir los resultados a dispositivos móviles. Todo ello hace de la microfluídica una tecnología facilitadora ligada a áreas como el Big Data, Precision Heath y Digital Health, que permitirá descubrir nuevos biomarcadores e impulsará el desarrollo de terapias más eficientes.
Chips de análisis rápido. Otro de los grandes campos de aplicación de los sistemas microfluídicos es el análisis rápido o análisis en el punto de necesidad. Es decir, realizar un análisis de un fluido lo más rápidamente posible. Hablamos de fluidos biológicos como el sudor, la orina, la sangre, las lágrimas… pero también de fluidos en el medio ambiente como el agua de los ríos o, incluso, las bebidas que consumimos habitualmente. Los chips microfluídicos facilitan la monitorización del paciente en casa, como por ejemplo se hace hoy en día con el tests de COVID, el test de embarazo o los medidores de glucosa. Esto es de especial importancia en el diagnóstico de enfermedades contagiosas en países del tercer mundo. Por ejemplo, según la Organización Mundial de la Salud, hay 14 millones de personas portadoras del virus del SIDA sin diagnosticar. Para que los enfermos reciban la terapia es necesario diagnosticarlos. Los dispositivos microfluídicos portables, desechables y fáciles de usar, permiten que la personas realicen en privado una prueba de diagnóstico del VIH que dura menos de 20 minutos y que requiere solo una gota de sangre o una muestra de saliva. Al facilitar servicios de detección del VIH y el uso de esos servicios, especialmente entre las poblaciones con menor cobertura y mayor riesgo, en las que de otro modo no se realizarían pruebas de detección, se frena el contagio de la enfermedad. Otros dispositivos facilitan el diagnóstico de malaria y tuberculosis en los países más pobres, así como la monitorización de la terapia antirretroviral o del virus del papiloma humano, que está relacionado con el cáncer de cuello uterino en mujeres.
En definitiva. La tecnología microfluídica es un conjunto de herramientas cuyo uso se propaga en muchos campos diferentes. Cada día veremos más y más dispositivos microfluídicos en nuestra vida cotidiana que impactarán en el progreso de la ciencia, la salud y el bienestar.
El estudio de la creatividad desde la Neurociencia plantea muchas preguntas. De hecho, si partimos de la más básica, ¿Qué es la creatividad?, son muy diversas las definiciones que podemos encontrar. En los artículos científicos, dos son las palabras que más se utilizan para definir el pensamiento o las ideas creativas: “novel” and “useful”. Es decir que la creatividad no solo implica la habilidad de generar algo novedoso (original, inesperado), sino también apropiado (esto es, útil, adaptado a las tareas) (Sternberg & Lubart, 1999). Es una habilidad clave para la resolución de problemas en el día a día (Plucker et al., 2015) y abarca desde la Little-c creativity; por ejemplo, una nueva receta que queramos cocinar para cenar; hasta la Big-C creativity, las grandes obras y descubrimientos que han transformado el mundo y pasarán a la posteridad. El proceso creativo tradicionalmente se ha asociado con el pensamiento divergente, aquel tipo de pensamiento en el que ante un problema específico se formulan varias respuestas alternativas, pero también es necesario el pensamiento convergente, para dar una posible solución determinada. Es decir, tiene que existir generación de ideas, pero también evaluación de las mismas.
¿Qué factores pueden influir en la creatividad? Desde el sueño y la cantidad de horas dormidas hasta el consumo de alcohol, pero sobre todo el conocimiento o expertise sobre un tema, la motivación y las emociones (las positivas y las activadoras parece que facilitan la creatividad), la inteligencia (capacidad de definir los problemas, el uso estratégico que se haga del pensamiento divergente), la personalidad (capacidad de afrontar riesgos, tolerancia a la ambigüedad y la autoestima), y el entorno (que puede ser propicio, reforzante y de apoyo a ideas creativas o puede coartar o restringir esa creatividad -por ejemplo, cada vez que le decimos a un niño o niña pequeña: “esto no se hace así”); porque a veces la excepcionalidad (esa originalidad extrema), puede ser vista como desviación, como algo negativo. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Existe relación entre la creatividad y la psicopatología? La idea de que la creatividad y la psicopatología se relacionan entre sí se remonta muy atrás en el tiempo. Esta idea ha sido reforzada principalmente por estudios de casos de grandes genios que padecían esquizofrenia; por ejemplo, el pintor Vincent van Gogh o el matemático John Forbes Nash en quién se inspiró la película “Una mente maravillosa”. Sin embargo, los estudios empíricos han encontrado resultados contradictorios. De hecho, un meta-análisis que incluye 42 estudios reporta un peor desempeño creativo en personas con esquizofrenia en comparación con controles sanos (Acar et al., 2018). Pero… ¿y la creatividad en los familiares de las personas con trastorno mental? En un estudio llevado a cabo en Suecia (Kyaga et al., 2011) accedieron a los registros de 300.000 personas con i) diagnóstico de trastorno bipolar, esquizofrenia y depresión; ii) sus ocupaciones; y iii) las de sus familiares. Dividieron la muestra en profesiones creativas versus no creativas. Los resultados mostraron que las personas con esquizofrenia no, pero las personas con diagnóstico de trastorno bipolar y sus familiares (hermanos/as), así como los familiares de las personas con esquizofrenia, tienen mucha mayor representación en profesiones creativas. El modelo de vulnerabilidad compartida descrito por Carson (Carson, 2011) defiende que creatividad y psicopatología comparten ciertas características – por ejemplo, la desinhibición cognitiva, la búsqueda de la novedad y la hiperconectividad entre hemisferios que pueden aumentar las asociaciones entre conceptos distantes. En función de la presencia de factores protectores o de riesgo puede hacer que la balanza se incline a un lado (personas altamente creativas) o hacia el otro (aparición de psicopatología).
Y esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las bases cerebrales de la creatividad? El hemisferio derecho es fundamental en el pensamiento creativo, pero el hemisferio izquierdo también participa y lo que es clave es la interacción intra e interhemisférica. A pesar de la dificultad que puede entrañar investigar la activación cerebral asociada a la creatividad mediante resonancia magnética funcional (fMRI, de sus siglas en inglés), se han hecho estudios tan interesantes como: qué ocurre en el cerebro cuando músicos de jazz improvisan en el piano, poetas componen poesía, estudiantes de Bellas Artes diseñan nuevas portadas para un libro o buscamos usos nuevos y alternativos a un objeto cotidiano (por ejemplo, a una caja de cartón). Un meta-análisis de 45 estudios con fMRI mostró que la creatividad verbal estaba asociada a una mayor actividad del hemisferio izquierdo, la creatividad visuoespacial al hemisferio derecho y que la creatividad musical implicaba una mayor activación bilateral (Boccia et al., 2015). Sin embargo, más que pensar en activaciones de regiones concretas del cerebro, si son unilaterales o bilaterales, tiene más sentido pensar en interacciones dinámicas entre diferentes redes cerebrales a gran escala, tales como la default mode network y la ejecutiva (que normalmente son antagonistas), que se activan de manera síncrona y que tienden a cooperar durante la ejecución de la tarea creativa (Beaty et al., 2016). De hecho, se ha llegado a describir lo que sería el “Conectoma de la Creatividad”, un patrón de conectividad funcional cerebral asociado a una mayor habilidad creativa (Beaty et al., 2018).
Y por último llegamos a la pregunta del millón, ¿se puede aumentar la creatividad? Ojalá existiese una respuesta clara y única, pero eso sería muy poco creativo… Existen técnicas de creatividad que se basan en aplicación de las estrategias mentales de resolución de problemas a una de las etapas del proceso creativo, que acostumbran a ser la delimitación del enunciado planteado y la generación de ideas para detectar posibles soluciones. Son muchas las técnicas que existen y el número de métodos inventados combinándolas es casi tan grande como empresas consultoras en creatividad existen (Guilera, 2011); desde el Brain Storming y su variante 635 hasta el diagrama de Flor de loto y Seis sombreros para pensar. Por supuesto, sin olvidar la Biónica, que es la aplicación de soluciones creativas inspiradas en la Biología -desde el radar, inspirado en los murciélagos; hasta el velcro inspirado en la planta Xanthium Spinosum o también vulgarmente conocida como arrancamoños. Pero la Neurociencia moderna va más allá y abre caminos hasta ahora inexplorados: Y la estimulación eléctrica transcraneal, ¿puede aumentar la creatividad? La estimulación eléctrica transcraneal es una técnica de neuromodulación/ estimulación cerebral no invasiva que lleva un tiempo aplicándose en el estudio y tratamiento de enfermedades neurológicas y psiquiátricas consistente en colocar dos electrodos en el cuero cabelludo -uno como ánodo y otro como cátodo- y aplicar una corriente eléctrica de baja intensidad durante alrededor de 20 minutos. Puede ser una corriente directa, alterna o de frecuencias aleatorias (random noise). Pues bien, se ha descrito que la estimulación catódica sobre la corteza frontotemporal inferior izquierda está asociada con mejoras en las tareas que se basan principalmente en la generación de ideas, mientras que la estimulación anódica sobre la corteza prefrontal dorsolateral izquierda (DLPFC) y la corteza frontopolar aumenta el rendimiento en tareas que imponen altas exigencias a la selección de ideas creativas (Weinberger et al., 2017). Esto abre todo un campo de aplicación a diferentes ámbitos desde la música y la alta cocina hasta el deporte.
Las personas tenemos un potencial para dar una respuesta creativa resiliente que nos ayuda a hacer frente a las adversidades. Lo mismo que tenemos memoria, atención o función visuoespacial, tenemos una capacidad cognitiva creativa (Ward, 2007) que podremos desarrollar en menor o mayor medida en función de lo que la trabajemos -de igual manera que podemos entrenar el resto de funciones cognitivas- pero para ello se tienen que crear espacios y condiciones que la favorezcan.
Bibliografía
Acar, S., Chen, X., Research, N. C.-S., & 2018, U. (2018). Schizophrenia and creativity: A meta-analytic review. Schizophrenia Research, 195, 23–31.
Beaty, R. E., Benedek, M., Silvia, P. J., & Schacter, D. L. (2016). Creative Cognition and Brain Network Dynamics. Trends in Cognitive Sciences, 20(2), 87–95.
Beaty, R. E., Kenett, Y. N., Christensen, A. P., Rosenberg, M. D., Benedek, M., Chen, Q., Fink, A., Qiu, J., Kwapil, T. R., Kane, M. J., & Silvia, P. J. (2018). Robust prediction of individual creative ability from brain functional connectivity. Proceedings of the National Academy of Sciences, 115, 1087–1092.
Boccia, M., Piccardi, L., Palermo, L., Nori, R., & Palmiero, M. (2015). Where do bright ideas occur in ourbrain? Meta-analytic evidence from neuroimaging studies of domain-specific creativity. Frontiers in Psychology, 6, 1195.
Carson, S. H. (2011). Creativity and psychopathology: a shared vulnerability model. Canadian Journal of Psychiatry.Revue Canadienne de Psychiatrie, 56(3), 144–153.
Guilera, L. (2011). Anatomía de la creatividad. FUNDIT – Escola Superior de Disseny ESDi.
Kyaga, S., Lichtenstein, P., Boman, M., Hultman, C., Långström, N., & Landén, M. (2011). Creativity and mental disorder: Family study of 300 000 people with severe mental disorder. British Journal of Psychiatry, 199(5), 373–379.
Plucker, J. A., Esping, A., Kaufman, J. C., & Avitia, M. J. (2015). Creativity and intelligence. In Handbook of Intelligence: Evolutionary Theory, Historical Perspective, and Current Concepts.
Sternberg, Robert J, & Lubart, T. I. (1999). The Concept of Creativity: Prospects and Paradigms. In R. J Sternberg (Ed.), Handbook of Creativity (pp. 3–15). Cambridge University Press.
Ward, TB. (2007). Creative cognition as a window on creativity. Methods, 42, 28–37.
Weinberger, A. B., Green, A. E., & Chrysikou, E. G. (2017). Using transcranial direct current stimulation to enhance creative cognition: Interactions between task, polarity, and stimulation site. Frontiers in Human Neuroscience, 11.
Matar a un hijo (mucho más si se trata de un niño pequeño) es un fenómeno contra natura. La maternidad y la paternidad generan de forma natural en el ser humano sentimientos de ternura y de protección hacia unos seres desvalidos con los que los progenitores establecen unos vínculos de apego que facilitan la crianza y el desarrollo emocional de los menores. Además la llamada de la sangre (es decir, los vínculos biológicos establecidos entre los padres y los hijos) tiende a inhibir la implicación de los padres en conductas destructivas contra los menores. Por ello, en los casos de conflictos graves pueden ser de mayor peligro que los padres biológicos las nuevas parejas de las madres, que pueden ver en los niños un estorbo o un obstáculo interpuesto en la nueva relación de pareja y no cuentan con ese freno biológico.
Hay casos, sin embargo, como el ocurrido recientemente en Tenerife, que se separan de este esquema y nos hacen cuestionarnos sobre las motivaciones de una conducta tan aberrante. En concreto, se nos plantea de inmediato la pregunta de si quien comete el asesinato de dos hijas a sangre fría se trata de una persona con un trastorno mental. En realidad, el trato vejatorio a su expareja durante la convivencia, las infidelidades reiteradas, la falta de aceptación de la nueva vida de su exmujer con otro hombre, las conductas antisociales anteriores y, finalmente, la planificación detallada de la conducta homicida mediante un plan concebido con antelación, no revelan la existencia de una enfermedad mental. Lo que esta secuencia de conductas denota es la presencia de una alteración de la personalidad de tipo narcisista y psicopático, con profundos déficits psicológicos, tales como el descontrol de la ira, las dificultades emocionales (el afán posesivo y la dependencia emocional, a pesar de tener una nueva pareja), las distorsiones cognitivas de tipo machista en relación con la mujer y la relación de pareja y la baja autoestima (no incompatible con una aparente arrogancia), así como los déficits de comunicación y de solución de problemas. Asimismo la frialdad emocional, la falta de empatía ante la presencia de sus hijas y la planificación cuidadosa de toda la secuencia de conductas que culminan con el asesinato revelan el perfil psicopático del autor.
Es decir, la incapacidad de gestionar o tolerar la frustración de sus expectativas es un factor que aparece con frecuencia en los agresores de pareja. Los hombres homicidas, con una visión en túnel, pueden mostrar una gran dependencia emocional hacia su pareja, estar obsesionados por ella o no asumir la ruptura porque pone en cuestión su propia identidad personal. En la mente de los futuros homicidas se empiezan a desarrollar, a partir de una creencia fija, ideas obsesivas prolongadas y perseverantes que suponen una visión catastrofista de la situación actual, así como una atribución de culpa a la pareja, sin ninguna esperanza en el futuro. La violencia contra la pareja o los hijos es una violencia por compensación: el agresor intenta vencer sus frustraciones con quien tiene más a mano. Que la persona presente esta alteración de la personalidad no modifica la lucidez con que lleva a cabo sus conductas vengativas y no le exime, por tanto, de una responsabilidad plena de sus actos.
En la mayoría de los casos el deseo de venganza queda anulado por el miedo a las consecuencias penales y sociales. Pero hay un porcentaje de maltratadores en los que el efecto disuasorio de la pena o el miedo al daño que él mismo sufrirá dejan de operar. Su venganza es más fuerte que su deseo de vivir (“te mato o les mato y me mato”).
En los casos extremos el hombre, por venganza contra su pareja y por una profunda humillación (la no aceptación de la pareja de su exmujer, a pesar de contar él con una nueva pareja), puede matar a sus hijas (en lugar de a su pareja) para herirla donde más le duele. Es lo que se denomina la violencia vicaria. En estos casos las pequeñas (niñas además, con el componente de género que ello conlleva) pierden la vida utilizadas como víctimas instrumentales de una violencia machista y planificada. Matar a sus hijas es una forma de venganza extrema y supone asegurarse de que la mujer, sometida a semejante tortura, no se recuperará jamás por el dolor y la desesperanza generados.
La violencia vicaria, cuando viene acompañada del intento de ocultación o destrucción de los cadáveres de los niños, a efectos de obstaculizar su identificación, como ha ocurrido en el drama de Tenerife, supone un mayor refinamiento en la venganza. Se trata de mantener vivas las expectativas de la madre de que sus hijas pueden aparecer antes o después con vida. Ello genera un sufrimiento adicional a la madre e impide (o, cuando menos, retrasa) la elaboración del duelo. No hay nada más doloroso que tener a un hijo como desaparecido. Así se produce en la madre lo que se denomina el duelo retardado o congelado. Es un tipo de duelo que no comienza inmediatamente después de la pérdida, sino días, meses o incluso años después de una pérdida importante (cuando han aparecido los cuerpos). La cadena de sufrimiento emocional en estos casos se alarga y dificulta la recuperación emocional que traen consigo el paso del tiempo y el apoyo familiar y social de las personas que rodean a la víctima.
La conducta final de estos hombres suele ser el suicidio a pesar en muchos casos de su juventud. El sujeto, sobre todo cuando tiene un cierto grado de integración social, percibe que ya no tiene nada que perder y se muestra incapaz de poder hacer frente a las consecuencias de su conducta, a sabiendas de que antes o después va a ser detenido por la policía. Por ello, rehúye tener que enfrentarse a la censura pública por haber dado muerte a sus hijos. Se trata de un suicidio evitativo, cuyo objetivo es evitar las consecuencias posteriores del acto realizado (rechazo social, castigo penal severo, estigmatización de por vida).
Afortunadamente la violencia vicaria es muy poco frecuente, lo que no se contradice con el terrible impacto social que produce el asesinato de un menor a manos de quien más debe protegerle. No es fácil prevenir este tipo de conductas. A nivel preventivo primario, el momento clave, cuando la mujer tiene una mayor capacidad de elección, es al comienzo de la relación de pareja, cuando se está en la fase de exploración mutua. A veces el radar interno le dice a una mujer que un hombre no es de fiar, pese a su encanto aparente, y algunas señales (conductas controladoras o de celos, infidelidades reiteradas, consumo abusivo de alcohol/drogas o falta manifiesta de empatía) encienden las luces rojas.
Por último, se trata también de establecer una detección precoz (prevención secundaria) en las parejas ya establecidas. Allí donde hay hijos de por medio, lo que debe alertar a una mujer del riesgo de violencia vicaria grave son las amenazas recientes o reiteradas a la pareja o expareja de hacer daño a los hijos, las conductas recientes y frecuentes de desprecio o de maltrato hacia ellos o la intuición fundada de que la pareja o expareja pueda poner en peligro la integridad física de sus hijos. En estos casos la mujer debe contar con sus lazos familiares y sociales y buscar la ayuda y protección de los servicios comunitarios para ella y para los menores.
La irrupción del Covid-19 somete a las “seguras” sociedades desarrolladas a criterios de complejidad, fragilidad y vulnerabilidad. Mi hipótesis es que el Covid-19 no descubre nuevos hechos, sino que radicaliza tendencias y tensiones que ya definían el mundo.
El nuevo tiempo diseña espacios de confrontación y los cambios asumen con radicalidad: i) los sentidos de la historia; ii) la incertidumbre; iii) la complejidad de lo inesperado; iv) las formas de desorganización que suscitan vulnerabilidad y fragilidad; v) el caos y la entropía.
La explicación se aborda desde ideas y dimensiones que captan el mundo desde las miradas que ofrecen la interdependencia, la aceleración y la velocidad bajo el axioma de que el cambio se explica mediante el cambio.
El poder y las disonancias de la 4ª Revolución Industrial, la expansión de lo global, el impacto de Asia, la reubicación de la desigualdad y las mutaciones del mensaje democrático, configuran las características que canalizan el nuevo siglo. Las dos preguntas que se nos plantean son: ¿Qué nos ata y conecta? ¿Cómo y quienes somos?
El Poder de la Tecnología
La 4ª Revolución Industrial se expande desde la seguridad del conocimiento tecnológico. El imperativo tecnológico promueve algunas consecuencias; fragmenta las sociedades, ubica la desigualdad y eso repercute en la seguridad en el empleo y en los sentidos del trabajo. Si las tecnologías digitales transforman este mundo, la tesis es concluyente: las tecnologías avanzan, pero muchas cualificaciones, individuos y organizaciones quedan rezagados. La fabricación avanzada y la Industria 4.0 definen nuevos territorios productivos, se dotan de reglas, crean el discurso de la nueva lógica productiva y su retórica llena los rincones para los que quieren ser y estar en este tipo de sociedad. La competitividad y la productividad son las dos razones significativas y las que tienen más peso en el proceso de digitalización (Brynjolfsson/ MacAfee, 2013; 2014). El conocimiento tecnológico mediante la automatización, la robotización y la digitalización innova las fuentes de la productividad y la competitividad, y transforma el panorama humano de la fábrica (T. Cowen, 2014; R. Baldwin, 2019). Lo que los científicos sociales temen (P.Collier, 2019) es qué puede ocurrir si se reduce la necesidad del trabajo humano a causa de la divergencia entre productividad y empleo. No se sabe bien cómo enfrentarse a las consecuencias.
A. Deaton (2016) celebra la tesis del “gran escape” y explica cómo crear condiciones explícitas que fomenten el desarrollo económico y la movilidad social ascendente. Años más tarde publica, junto a A. Case (2020), “Muertes por Desesperación y el Futuro del Capitalismo” y profundizan en los fracasos del “gran escape”. La revolución digital promueve disonancias y nuevas formas de entender la vida laboral pero no ofrece rutas alternativas cuando los sujetos no disponen de conocimiento técnico y formación tecnológica para penetrar en la autopista laboral.
Dice R. Sennett (2001) en “La Corrosión del Carácter”, refiriéndose al trabajo, que el lema que se maneja más es: “nada a largo plazo”. Allá donde se constituye la sociedad big tech, emergen y promueven territorios plagados de disonancias donde el indicador significativo es la creación de la sociedad auxiliar que acoge empleos necesarios, estratégicos -limpieza, hostelería, logística, cuidados, servicios al cliente- pero menos especializados, temporales, mal pagados y alejados de los usos del talento tecnológico. Las disonancias de la 4ª Revolución Industrial no son consecuencias imprevistas, forman parte de actividades básicas de la sociedad tecnológica.
De hecho, las fuerzas de la cognosfera están relacionadas con la digitalización. En la práctica, internet no depende de los discursos que se hacen sobre las bondades o los abusos sino de la estructura material que la mantiene. No hay nada utópico (N. Fergusson, 2018) en la propiedad de la infraestructura o en los pactos que explican por qué las plataformas web producen tantos beneficios. El análisis de la estructura material (S. Zubhoff, 2020) de la propiedad de Facebook, Google, Microsoft, Apple o Amazon, están a años luz de la ideología democrática o participativa. Se las compara (N. Fergusson, 2018) con el sistema que proporciona herramientas de producción, pero concentra las recompensas en manos de la minoría. En Facebook, por ejemplo, “el usuario es el producto” y la comunidad de ciudadanos que prometen los discursos de la elite experta chocan con las estructuras materiales que gestionan las empresas tecnológicas.
Hay detalles a tener en cuenta; la revolución de las tecnologías de la información es el logro liderado por Estados Unidos, con la contribución de gentes llegadas de todo el mundo a las mecas del saber tecnológico: Silicón Valley, la Ruta 127 (N. Fergussson, 2018, 479). Las empresas tecnológicas dominantes son estadounidenses y poseen una preponderancia extraordinaria, lo que se traduce en enormes sumas de dinero. Frente a la transformación estructural, las sociedades tienen, básicamente, dos opciones: i) capitular, regular o excluir; ii) competir. Los europeos eligen la primera opción, los asiáticos intentan competir, la propuesta asiática planta cara a los usos de la tecnología de origen estadounidense.
Lo Global y la Desigualdad
La globalización abre el mundo y emergen la sucesión de países y fronteras alineadas sobre los cuatro puntos cardinales. R. Kaplan (2019) ordena el mundo y lo describe en “El Retorno del Mundo de Marco Polo”. La tesis (R. Kaplan, 2019, 17) es que “Europa desaparece y Eurasia se cohesiona. El supercontinente se está convirtiendo en una unidad de comercio y conflicto fluida y reconocible al tiempo que el sistema de Estados surgido de la paz de Westfalia se debilita, y que ciertas herencias imperiales más antiguas -la rusa, la china, la iraní, la turca- vuelven a adquirir preeminencia”. Las Nuevas Rutas de la Seda (P. Frankopan, 2019) o El Corazón del Mundo (P. Frankopan, 2015), presentan otras formas de estar interconectadas para regresar a lugares de los que nunca habían salido, lo que pasa es que la geografía global pide protagonismo y espacio público.
Siguiendo los trabajos empíricos de A. Deaton (2015; 2020), B. Milanovic (2017; 2020) y T. Piketty, (2014; 2019), puede decirse que la esperanza de vida pasa de la media de alrededor de 26 años, en 1820; a 72 años en 2020. A comienzos del siglo XIX, la mortalidad infantil golpeaba al 20% de la población de los recién nacidos durante el primer año de vida. La cifra no alcanza el 1% en la actualidad. Si se centran en las personas que sobreviven al primer año de vida, la esperanza pasa de alrededor de 32 años en 1820 a 73 años en 2020. Si se toman estos indicadores a largo plazo, la mejora es indudable. Pueden encontrarse épocas y países en los que la esperanza de vida registra descensos, incluso en tiempos de paz; es el caso de la Unión Soviética durante los años setenta del siglo XX o los EEUU en la década del 2010. Pero, a largo plazo, la mejora es relevante. La humanidad goza de mejor salud de la que nunca antes había tenido, con acceso a la educación y la cultura como en ningún otro momento de la historia. Apenas el 10% de la población mundial mayor de 15 años estaba alfabetizada a comienzos del siglo XIX, frente a más del 85% en la actualidad. La media de la escolarización pasa de menos de un año hace dos siglos a más de ocho en la actualidad y a más de 12 en los países desarrollados.
Se asiste al incremento de las desigualdades en las regiones del mundo desde 1980-1990. Los niveles de renta comprendidos entre los percentiles 60 y 90 de la distribución normal, es decir, los que no están entre los más bajos, ni entre el 10% de los ingresos más elevados, intervalos que corresponden a las clases medias y populares de los países ricos, son las olvidadas del crecimiento mundial durante el periodo 1980-2018. En cambio, el crecimiento beneficia a otros grupos; por una parte, a los hogares pobres o emergentes y, por otra a los hogares ricos de los países ricos del planeta, que han sido los grandes beneficiados; esto es, el 1 por ciento de los hogares con ingresos más elevados del mundo y, especialmente, el 0,1 por ciento y 0,01 por ciento más rico. Si la distribución mundial de la renta estuviese en equilibrio, la curva debiera ser plana. Las desigualdades disminuyen entre la parte baja y media de la distribución, mientras que aumenta en su parte media y alta. B. Milanovic (2017, 33) lo describe de la siguiente manera: “los grandes ganadores han sido las clases pobres y medias de Asia y los grandes perdedores han sido las clases medias bajas del mundo rico”. Las condiciones objetivas de las rentas son inapelables (B. Milanovic, 2017, 37/60); el 44% de las ganancias absolutas han ido a manos del 5% de la gente más rica del planeta, y casi un quinto del incremento real lo recibió el 1% más rico. Por el contrario, las personas de la clase media emergente, sólo han recibido entre un 2 y el 4% del aumento global, en total alrededor del 12%- 13%.
Las consecuencias, como recoge el sociólogo alemán O. Nachtwey (2017,115), es que la desigualdad genera varias zonas: i) la de la integración, ii) la vulnerabilidad y; iii) la desafiliación o desacoplamiento. En la primera predominan las relaciones laborales normales y las redes sociales están intactas. En la zona de vulnerabilidad, predomina el trabajo inseguro y se erosionan la seguridad subjetiva y las redes sociales. En la zona de la desafiliación están los grupos excluidos de la participación social en casi todos los aspectos, lo que señala que el incremento de la inseguridad produce miedo. Escribe H. Bude (2017) que el miedo constituye la realidad anímica de las capas medias en nuestra sociedad. Padecen miedo los que tienen algo que perder y creen tener la idea hecha de lo que les puede pasar si toman elecciones equivocadas o se sienten inseguros en el puesto que ocupan en la escala social. Las inseguridades se acrecientan si notan que no ascienden, si se estancan, o peor aún, si se les empuja escalera abajo. El motivo de estos hechos se encuentra en la pérdida de referencias porque pese a contar con certificados sólidos, los ciudadanos se sienten desprotegidos y vulnerables como si se hubiera roto la cohesión entre la aspiración a la autonomía y el vínculo comunitario.
Democracia y Desigualdad
Los conflictos del futuro no van a estar tanto relacionados con el establecimiento de nuevas fronteras sino con el control de las conexiones y las cadenas de suministros (P. Khanna, 2017). Las economías se abren y compiten, pero no conforme a reglas conocidas, emergen consensos que respaldan otras fricciones y generan ventajas para el país que acepta los retos de la productividad y la competitividad y preservan las bases de la industria y el empleo, aun cuando no sean capaces de optimizar con todas sus consecuencias la rentabilidad. Algunos datos relevantes que se desprenden de la disposición de la economía son el crecimiento del populismo y el regreso al valor y el sentido que proporcionan las identidades nacionales. Las respuestas trasmiten la impresión de que se vislumbra el punto y final de la política tradicional, las formas de la democracia liberal o del tipo de Estado que hemos conocido en las últimas décadas de modo que permite decir, al modo como se expresara T. Judt, (2010), “algo va mal”.
Fundamenta Y. Mounk (2018, 186) que el mundo de hoy, políticamente inestable, es distinto del mundo estable de antaño. Hubo un tiempo -dice- en que las democracias liberales podían garantizar a los ciudadanos el rápido incremento del nivel de vida. Hoy ya no pueden. Hubo un tiempo en que la elite política controlaba los medios de comunicación más importantes y realmente podía excluir las opiniones radicales del ámbito público. Hoy cualquier voz política marginal puede difundir mentiras a través de las redes sociales. Y hubo un tiempo en que la homogeneidad -o cuando menos, cierta jerarquía racial pronunciada- de la ciudadanía eran el elemento aglutinante esencial de las democracias liberales. Hoy los ciudadanos tienen que aprender a vivir en democracias más iguales y diversas. El vínculo entre la situación económica y la estabilidad política es más complejo de lo que suele pensarse. La ansiedad económica está causada tanto por lo que se espera del futuro como por la situación del presente.
En un libro clarificador, “Buena Economía para TiemposDifíciles”, los premios nobel de economía, A.V. Banerjee/ E. Duflo, (2020, 13/14) dibujan el cuadro de adversidades y expectativas. El inicio del libro es una ventana al mundo: “Vivimos -dicen- en una época de polarización creciente. De Hungría a India, de Filipinas a Estados Unidos, de Reino Unido a Brasil, de Indonesia a Italia, el debate público entre la izquierda y la derecha se ha vuelto cada vez más un ruidoso intercambio de insultos, en el que las palabras estridentes, usadas de manera gratuita, dejan muy poco espacio a los cambios de opinión. Lo que hace que la situación actual sea particularmente preocupante es que el espacio para ese debate parece estar reduciéndose. Parece que hay una tribalización de las opiniones, no sólo sobre política, sino sobre cuáles son los principales problemas sociales y qué hacer con ellos”.
Las preguntas-preocupación de estos dos premios nobel son claras (2020, 15): “En la crisis actual, las preguntas sobre economía y políticas económicas son centrales ¿Se puede hacer algo para estimular el crecimiento? ¿Debería ser eso siquiera una prioridad en el Occidente rico? ¿Y qué más? ¿Qué pasa con el rápido incremento de la desigualdad en todas partes? El comercio internacional, ¿es el problema o la solución? ¿Cuáles son sus efectos en la desigualdad? ¿Cuál es el futuro del comercio? ¿Pueden los países con costes laborales más baratos llevarse la manufactura global de China? ¿Y qué ocurre con la inmigración? ¿Hay realmente demasiada migración poco cualificada? ¿Y las nuevas tecnologías? Por ejemplo, ¿deberíamos preocuparnos por el auge de la inteligencia artificial (IA) o celebrarla? Y, tal vez lo más urgente, ¿Cómo puede ayudar la sociedad a todas esas personas a las que los mercados han dejado atrás?”.
B. Milanovic (2020) sugiere otros espacios de meditación. El primero es el establecimiento del capitalismo, no sólo como sistema socioeconómico dominante, sino como el único sistema del mundo. El segundo el equilibrio del poder económico entre Europa y Norteamérica, por un lado, y Asia, por otro, debido al auge experimentado por este último continente. Por primera vez desde la 1ª Revolución Industrial, las rentas de los habitantes de estos tres territorios son cada vez más similares. El dominio incontestado del modo de producción capitalista tiene su equivalente en el criterio ideológico igualmente incontestado que considera que el lucro no sólo es respetable sino el objetivo más importante de la vida del individuo, es el incentivo que entienden las personas de todos los rincones del mundo y de todas las clases sociales. El dominio del mundo ejercido por el capitalismo se logra con dos tipos distintos: el capitalismo meritocrático liberal que desarrolla Occidente a lo largo de los últimos doscientos años y el capitalismo político o autoritario dirigido por el Estado ejemplificado en China, aunque existe en otros lugares de Asia (Singapur, Vietnam, Birmania) y en algunos otros de Europa y África (Rusia, Asia Central, Etiopía, Argelia o Ruanda, como ejemplos).
A lo largo de las últimas cuatro décadas, los cinco países más grandes de Asia juntos (excluida China) han tenido tasas de crecimiento per cápita más altas que las economías occidentales, y la tendencia no es fácil que cambie. En 1970, Occidente era responsable del 56% de toda la producción mundial y Asia (incluida Japón) solo del 19%. Hoy la proporción es del 37% y el 43% respectivamente.
La Democracia y sus Dificultades
La obra de Homes, S/ Krastev, I, “La Luz que se Apaga” (2019) es una buena introducción a los “caprichos de la época” y a la explicación de la extrema debilidad que en algunos países arrastra la democracia liberal. Es revelador -tal y como explican los dos autores citados- que el modo en que las democracias se atrofian se transforme en uno de los temas que preocupan a los académicos liberales en la actualidad. El ideal de “sociedad abierta” pierde parte del lustre. Para muchos ciudadanos desilusionados, la apertura del mundo ofrece hoy mayor espacio al desasosiego que a la esperanza. Una parte de la población occidental cree que la vida de sus hijos será menos próspera que la suya, como si la fe en la democracia se hubiese ido a pique y como si los partidos del sistema se desintegrasen o se vieran desplazados por movimientos políticos híbridos o amorfos. Atemorizado por el fantasma de la migración a gran escala, una parte del electorado occidental se deja seducir cada vez más por retóricas xenófobas, líderes autoritarios, la idea de fronteras militarizadas y el regreso al hogar nacional.
Hay que distinguir entre la imitación de los medios y la de los objetivos. La imagen que retrata el modelo de imitación es notable, como dicen Krastev/Holmes: “En el mundo que sigue a la guerra fría, aprender inglés, pasearse con una copia del Federalista vestido de Armani, celebrar elecciones y jugar al golf permite a las elites no occidentales, no solo hacer que sus interlocutores occidentales se sientan cómodos sino, además, afirmar ante ellos sus derechos económicos, políticos y militares”.
La tesis de Holmes y Krastev es que la occidentalización copycat es el camino más rápido hacia la reforma. La imitación se justifica como el retorno a Europa, lo que significa el regreso al auténtico yo de la región. No sólo se imitan los medios sino también los fines; no solo los instrumentos técnicos sino, además, las metas, los objetivos, los propósitos y las formas de vida. Esta es la forma de emulación inherentemente cargada de estrés y controversias que, según las tesis de los dos autores, ayuda a desencadenar la revuelta antiliberal actual. El modelo que imitan es el ofrecido por el vecino occidental. El punto de confrontación se produce por la vergüenza de haber reorientado las preferencias para amoldarlas a la jerarquía de valores foráneos y de hacerlo además en nombre de la libertad, soportando miradas por encima del hombre por la supuesta incompetencia en este intento. Estas son las emociones y experiencias que alimentan la contrarrevolución liberal comenzada en la Europa poscomunista, en concreto en Hungría, y que ahora se propaga como si hiciese metástasis por todo el mundo.
La perspectiva de G. Empoli (2020) expresa la controversia desde el trabajo político de los “ingenieros del caos”. En la situación que describe, el objetivo es identificar los temas que importan para explotarlos a través de campañas de comunicación individualizada. La ciencia de los físicos permite crear campañas contradictorias, coexistir sin conflicto y sin reunirse en ninguna ocasión hasta el momento de la votación. En los nuevos contextos, la política se vuelve centrífuga. No se trata de unir a los votantes en torno al mínimo común denominador, sino de inflamar las pasiones de tantos grupos como sea posible y sumarlas luego, incluso sin el conocimiento de los implicados. Las inevitables contradicciones contenidas en los mensajes dirigidos a unos y otros permanecerán en cualquier caso invisibles a los ojos de los medios de comunicación y el público en general.
La política cuántica que anuncian los “ingenieros del caos”, está repleta de paradojas; los multimillonarios se convierten en abanderados de la indignación de los desposeídos, los responsables de las políticas públicas hacen de la ignorancia virtud, los ministros desafían los datos de su propia administración. El derecho a contradecirse y a marcharse se ha convertido, para los nuevos políticos, en el derecho a contradecirse y permanecer en el cargo, al apoyar una cosa y lo contrario en una sucesión de tuits y de entradas que dicen una cosa y minutos o días después lo contrario, todo queda registrado, pero nunca se registra lo mismo, la coherencia ni está ni se la espera, lo que interesa es conectar, ajustar la opinión cuántica a la masa crítica que le apoya. No es el juego de la verdad, también el de la mentira; éste sin barreras ni fronteras, importa que fluya la información, se mueva, vaya y vuelva, aunque no se deposite en ninguna parte; importa que esté, se oiga y se vea. La coherencia y el sentido de la verdad no están entre los objetivos buscados ni perseguidos.
Las dos tesis citadas miran el presente como si la historia tuviese que pagar peaje por su desarrollo. La democracia liberal encuentra al antagonista en la historia que promueve y en los procesos que la atraviesan, pero la historia que resulta no demuestra ser capaz de digerirla, no se puede hablar de fracaso del proyecto liberal sino de la realización de proyectos históricos que chocan con nuevos icebergs que acuden dispuestos a modificar el recorrido y los objetivos que la historia de la modernidad no había previsto.
El Mundo Abierto del Covid-19
Sobre la realidad sintéticamente descrita emerge un suceso inesperado: el Covid-19. El 14 de marzo del 2020 es una fecha histórica, ese día se decreta el confinamiento de la población para evitar la propagación del coronavirus y el colapso del sistema sanitario, antes de esa fecha el virus no existe en la vida de los ciudadanos, pero en poco más de 24 horas todo cambia. El proceso se caracteriza por los siguientes hechos: i) la vida se interioriza como un experimento; ii) el virus afecta a la vida cotidiana, la pone “patas arriba”; iii) se decreta el cierre del sistema productivo, si se exceptúan los considerados como sectores básicos; iv) es un fenómeno global, prácticamente no hay ningún país en el mundo que quede fuera de la pandemia; v) el impacto demuestra que las sociedades complejas son muy vulnerables; vi) la incertidumbre, la inseguridad y la desconfianza acompañan a la expansión y a la penetración del virus; vii) el miedo y el temor se propagan entre los sectores sociales más vulnerables; viii) se acude y se ofrece reconocimiento al conocimiento científico y a la ciencia; ix) se aporta información cualificada para evitar contagios: higiene de manos, distancia física, uso de mascarillas; movilidad reducida; x) se decretan medidas basadas en diversas formas de prohibición, desde las que impactan en espacios tradicionales de socialidad: bares, restaurantes, txokos, tabernas, conciertos, fútbol, cine, espectáculos; xi) se desaconsejan o prohíben fórmulas básicas de cortesía social basadas en el contacto físico y la cercanía personal y afectiva: saludos efusivos, besos, abrazos, etc.; xii) se cierra una parte sustancial del sistema productivo; xiii) se impide el tránsito por las fronteras; xiv) el confinamiento dentro de la vivienda de cada cual es la norma de vida y; xv) se cierra el mundo global, se paraliza el turismo, se paran aviones y aeropuertos, se cierran las agendas de trabajo y contactos al uso y los hospitales o se colapsan o tienen fuerte carga de trabajo.
La incertidumbre crea el terreno de juego desde donde se representan el miedo y el temor a lo desconocido. Los cambios no están definidos ni provocados de antemano y no tienen nada que ver con los síntomas que se definían con anterioridad desde las teorías al uso del cambio. El concepto de normalidad se cae del listado de las orientaciones sociales y a lo anormal se le dispensa trato de apariencia normal. Los criterios de lo anormal ocupan el territorio de las referencias básicas y la incertidumbre se hace cargo de escribir el guion que orienta la vida. El cuadro de respuestas es frágil, débil y está sometido a escrutinio cotidiano como si el lema que lo rigiese fuese: todo es posible.
Otra característica es la aceleración y la velocidad de la epidemia. Los efectos sociales del virus siguen la ley del cambio; la estabilidad dinámica (H. Rosa, 2019, 518). La sociedad se estabiliza dinámicamente y, por tanto, depende sistemáticamente del crecimiento, la innovación y la aceleración para conservar y reproducir la estructura. Los conceptos de crecimiento, aceleración e innovación de un único proceso de dinamización puede definirse, a su vez, como el instrumento de la cantidad por unidad de tiempo”.
El ritmo, la velocidad, el grado de aceleración o la transmisión siguen la infraestructura construida por los poderes globales, el virus se aprovecha de la arquitectura imperfecta para que la globalización renueve el espíritu de conquista como si los amplios brazos llegasen a todos los rincones del mundo para dictar el poder de pertenencia al club. Estas situaciones demuestran dos cosas; i) lo público es insustituible; ii) el regreso del Estado. Si alguna vez se barajó la tesis de la debilidad o incluso la crisis del Estado-nación, el tratamiento de la pandemia pone de relieve que ésta es débil e insuficiente. La pertenencia, la protección y la seguridad que ofrece se erigen como los baluartes incontestables frente al poder de la incertidumbre que provocan sucesos de esta naturaleza, el miedo y temor que encapsulan la capacidad de reacción de muchos colectivos sociales que levantan la mano para preguntar: ¿Quién se ocupa de mí? La respuesta es, el Estado.
Las transformaciones no se quedan en el redescubrimiento del poder, la necesidad del sistema público o la emergencia del Estado como actores viables del gobierno de cada sociedad, las mutaciones emergen también alrededor del poder de la tecnología. Nada queda fuera de la IA, diría más, el mundo quizá será otro porque permite radicalizar y acelerar lo que de hecho ya está, pero el control de masas y las enfermedades a través de sistemas de control instalados en móviles, el seguimiento personalizado, el conocimiento sobre quién está sano y quién no, la historia de los contactos personales, el reconocimiento de los lugares por donde transita, a dónde vas o de dónde vienes queda en manos del poder tecnológico, todo lo que necesitas es tener instaladas las aplicaciones que existen en el mercado. El control de masas no plantea dificultades técnicas, otra cosa es la vulneración en la protección de datos, el impacto que puede tener en los sistemas de control o la permisividad de la ciudadanía para soportar sistemas tecnológicos instalados que ofrecen las pautas de los sistemas de seguimiento de las actividades cotidianas.
Pero si hay un capítulo pendiente de escribir sobre lo que la “pandemia se llevó” tiene que ver con el momento en el que “nos desnudó”, nos hizo más frágiles y dejó sin respuestas muchas preguntas que creímos que estaban resueltas, pero no nos agarremos a la falta de respuestas o que no se transforme la incertidumbre en el recurso que descubre la pandemia y en el hecho que puede explicarlo casi todo. Recuérdese -tal y como he mantenido- que las dudas y la incertidumbre estaban antes de que llegase marzo del 2020 y con él la Covid-19, ocurre que ahora se puede ver que estamos más en precario de lo que se creyó y culturalmente bastante desnutridos, como si el liberalismo de normas y costumbres no ofreciera el cobijo suficiente porque, de hecho, no estaba pensado para esto.
El individualismo, la socialidad de la que hace gala o la permisividad de la vida pública no se llevan bien con la disciplina sociocultural requerida en estos casos, ni dispone de las virtudes cívicas que requieren para tratar con algunas de las medidas creadas para controlar la expansión de la pandemia. La Covid-19 es un problema médico, sanitario, económico y político pero sus preguntas y sus respuestas están también ligadas al sistema cultural que vincula y define los estilos de vida, adecuarlos a los nuevos escenarios y a las formas de vida propias de estadios de confinamiento son claves para frenar la pandemia. Saber cómo somos, qué hacemos o cómo se resuelven las discrepancias entre el sistema de prohibiciones y las afirmaciones identitarias de los grupos sociales, forma parte de la resolución de los problemas que se interrogan sobre el desarrollo de la pandemia.
Conclusiones
Las ideas expresadas parten del hecho de que la era post pandemia ya está aquí. Se definen por los siguientes hechos: i) la vida se exprime como si fuese un experimento; ii) está diseñada y comprendida desde la complejidad; iii) se visibiliza desde la vulnerabilidad; iv) la fragilidad de instituciones básicas se impone frente a cualesquiera otros referentes sólidos; v) juega un papel significativo el valor de lo inesperado; vi) asume la incertidumbre porque todo lo que emerge deja preguntas sin respuestas; vii) regresa, aunque nunca se hubiese ido, el conocimiento experto. La ciencia y “los que saben” ocupan los espacios sociales y mediáticos, opinan y construyen opinión pública cualificada; viii) asume el poder y las razones de la tecnología, recuerda que en la era tecnológica el poder es del algoritmo, la inteligencia artificial, el transhumanismo o la Singularidad, amén de la digitalización, la robotización y la automatización, que emergen como los soportes del nuevo mundo y los menús que presiden la 4ª Revolución Industrial -o ¿quizá ya se prepara la 5ª?; ix) la velocidad y la aceleración del cambio transforman la adaptación y la flexibilidad como las respuestas a las transformaciones; x) las conexiones, interconexiones e interdependencias son la metodología para entrar y participar de las redes del presente; xi) la globalización, los flujos económicos, las cadenas de suministros y las redes tecnológicas incrementan la desigualdad en unas zonas del mundo -Occidente-, y la reducen en otras -Asia Oriental-; xii) revisan la democracia, dando relevancia a regímenes autocráticos, otros quieren revisar la doctrina liberal para inscribir el iliberalismo en el libro de la interpretación de lo que ocurre en el mundo; xiii) impone formas a la gestión de la política dando poder a internet, al algoritmo y a otras formas de descomponer la sinfonía de la política; xiv) emergen y se promocionan las Rutas de la Seda que conectan Occidente con Oriente y Oriente con Occidente; xv) lo global es la nueva marca del mundo, el nuevo diseño de marketing público que promueve la interdependencia y nuevas formas de estar, ser y conectarse unos con otros; xvi) la sociedad laboral es frágil, fracasa en el intento de ofrecer seguridad y empleo a muchos ciudadanos, no abre nuevas posibilidades para abrir la autopista por donde circula la edad, el género, el trabajo, los nuevos empleos y los itinerarios vitales de vida; xvii) el empleo emerge como un problema clave, sobre todo para los sectores jóvenes de la población activa y para los que no están dotados con formación socio-técnica cualificada; xviii) las relaciones generacionales se representan desde la desconexión entre generaciones, de hecho, esta ruptura es uno de los problemas con más capacidad de conflictividad futura; xix) emerge la sociedad auxiliar formada por empleos poco cualificados, temporales y mal pagados, frente al poder de la sociedad tecnológica que transforma el talento técnico y tecnológico en la seña de identidad laboral, y emite señales para la significación de la disonancia y la desconexión entre la sociedad oficial y las múltiples periferias sociales, vulnerables, desintegradas, desafiliadas, y marcando distancias con el camino principal que describe la 4ª Revolución Industrial; xx) los futuros no están escritos, por supuesto, pero algunas tendencias indican hacia donde dirigirse y mirar.
En estas condiciones, el valor que cotiza alto es la flexibilidad. Los saberes formalizados no avanzan con la velocidad que impone la necesidad práctica de conocer y responder ante los enigmas del mundo. La pregunta que queda abierta es: ¿Cómo prepararse para vivir las transformaciones e incertidumbres que condicionan el mañana?
Bibliografía
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En las últimas semanas hemos visto en las noticias la creciente relevancia que se concede a los datos y a los algoritmos que se aplican a tales datos. En particular, con la crisis que actualmente absorbe nuestra actualidad, es decir, la pandemia del COVID-19. Asistimos día a día a la monitorización de la evolución de la pandemia a través de modelos cuantitativos para prever la propagación del virus. Tal seguimiento y su análisis permiten que avancemos en diferentes “fases de la desescalada”, que se adopten diferentes medidas, que se permita mayor o menor libertad de movimiento, etc. Sin embargo, observamos que este es un proceso que continuamente se pone en entredicho. Aunque a menudo hay un trasfondo político en las críticas, lo cierto es que el problema en sí mismo radica en la naturaleza de los propios datos y la manera en que las personas los recogemos, amoldamos y procesamos. Han sido varias las circunstancias que han hecho que los datos que hemos recopilado e intentado interpretar para ayudarnos en la toma de decisiones, no han sido “suficientemente buenos”, es decir, de la calidad que hubiéramos deseado. Algunos ejemplos de los problemas asociados a los datos que manejamos son: “no se contabilizan del mismo modo”, el “reporte de datos los fines de semana se demora”, algunas autonomías sólo “cuentan las defunciones en hospitales”, etc.
En conclusión, es evidente que recoger, homogeneizar, modelar, simular o experimentar con los datos es un importante desafío. Eso explica el surgimiento de la disciplina de la Ciencia de los Datos, para hacer referencia a la necesidad de afrontar la complejidad que entraña la recogida, procesado y actuación sobre las conclusiones derivadas de los datos de diferente naturaleza (estructurados provenientes de bases de datos o no estructurados provenientes de redes sociales).
Poner en práctica procesos de análisis de datos para la toma de decisiones implica no sólo capturar y acceder a los datos, sino además conseguir que estos tengan suficiente calidad para ser utilizables. Tal como indica el principio Garbage-In-Garbage-Out[1] la salida de un algoritmo, o cualquier función del procesamiento de información, es solo tan buena como la calidad de la entrada que recibe. Consecuentemente, en el origen de los datos a menudo radica el principal problema. En el caso del estado español, relativo al COVID-19, tales datos vienen de diferentes comunidades autónomas, cada cual con sus procesos de recogida, que han tenido que uniformar siguiendo las directrices de las autoridades sanitarias a nivel estatal. Se puede intentar culpar a muchos: a las comunidades autónomas, al Gobierno central, a los que recogen la información, a los científicos de datos que los procesan y generan las “curvas de la pandemia”. Pero con todo, la propia naturaleza de los datos es la única culpable de no poder interpretar datos más veraces con mayor precisión.
El “poder de los datos” es cada vez más patente. Llevamos desde el principio del siglo hablando de la necesidad de tener datos abiertos, de que las administraciones públicas deben mejorar la transparencia y promover incluso la innovación, abriendo datos sobre los procesos y servicios que gestionan. Muchos indican que el “petróleo del siglo XXI son los datos”, prueba fehaciente de ello es que cinco de las empresas más grandes del planeta deben una gran parte de su negocio al uso que dan a los datos personales de sus usuarios en los diferentes servicios que ofertan. Estamos hablando de empresas como Amazon, Apple, Microsoft, Google o Facebook. Por otro lado, se está incidiendo mucho en la necesidad en Europa de promocionar la “Economía de los Datos” dando valor a los datos que recogen nuestras empresas en sus procesos productivos o los servicios que prestan, pues en muchas ocasiones no se valorizan. Con todo, independientemente de si hablamos de datos públicos, personales o industriales, es primordial que preservemos, controlemos y valoremos los datos. La gobernanza y el control de soberanía de los datos (términos asociados comúnmente a la democracia) son cada vez más relevantes para regular el uso, consumo y explotación de este nuevo “petróleo del siglo XXI”.
Centrándonos en cómo los datos pueden ayudarnos a resolver problemas de gran relevancia social y económica, como es la crisis del COVID-19 actual, veamos cuáles son las barreras que hemos de superar y qué mecanismos han ido emergiendo para abordarlas. La transparencia (apertura) es un atributo estrechamente ligado a la gobernanza (control y explotación) y la democratización (acceso y consumo) de los datos. Como resultado, desde 2016 grupos de expertos internacionales acuñaron el concepto FAIR data (o “datos justos”) a través de un artículo en la prestigiosa revista Nature[2]. Asimismo, instituciones internacionales como la Comisión Europea inciden en la importancia de liberar datos que nos puedan ayudar a catalizar la investigación. Bajo el paraguas FAIR se recogen un conjunto de directrices dirigidas a la gestión y administración de datos científicos. El propósito del concepto “datos justos” es proporcionar un conjunto de principios para mejorar la capacidad de encontrar y facilitar la accesibilidad, la interoperabilidad y la reutilización de los activos digitales. Los principios de FAIR hacen hincapié en la capacidad de actuación de las máquinas (es decir, la capacidad de los sistemas informáticos para encontrar (find), acceder (access), interoperar (interoperate) y reutilizar (reuse) datos sin intervención humana o con una intervención humana mínima), porque los seres humanos dependen cada vez más del apoyo informático para tratar los datos como resultado del aumento del volumen, la complejidad y la velocidad de creación de los datos.
Publicar datos abiertos para facilitar su tratamiento y la investigación a través del concepto FAIR es, en consecuencia, necesario, pero no es condición suficiente para que se puedan aprovechar por la comunidad científica y la sociedad en general. Es, por lo tanto, fundamental centrarnos en la mejora continua de los datos. Tal mejora es tarea no solo de aquellos que aportan datos sino también de aquellos que los consumen. Intervienen en este proceso de mejora algoritmos o procesos informáticos que detectan incoherencias, resuelven errores, y que, a menudo, requieren la intervención de humanos que moderan y validan las correcciones e incoherencias encontradas en los datos. En resumen, no es suficiente que los datos sean abiertos y “justos”, deben ser además de “alta calidad”, para facilitar su procesamiento y dar lugar a visualizaciones e interpretaciones entendibles no sólo por científicos de datos, sino por la ciudadanía en general. Solo así podremos avanzar hacia la “democratización de los datos”.
Por otro lado, también necesitamos reflexionar sobre los algoritmos que aplicamos a tales datos. La iniciativa OPAL – Open Algorithms for better decisions[3] – pretende liberar el potencial de los datos privados para el bienestar público. Tiene como objetivo servir como un facilitador de confianza para liberar el potencial de los datos recolectados por organizaciones privadas, trayendo el código a los datos a través de algoritmos abiertos y sistemas tecnológicos y de gobernanza seguros y justos, para mejorar las decisiones que apoyen los objetivos de desarrollo sostenible en el mundo. El poder desatado por los datos y su tratamiento ha hecho que la manera de aproximarse a datos y algoritmos, con la ayuda de la inteligencia artificial y —más en concreto— del aprendizaje automático (machine learning), haya pasado de una primera intención analítica (usar algoritmos para entender qué dicen los datos) a una intención predictiva (anticipar) y, finalmente, a una acción claramente prescriptiva (orientar la conducta de millones de personas mediante lo que se ha averiguado de ellas y de su contexto, utilizando para ello modelos predictivos y clasificatorios). Esto está causando en ocasiones el abuso de poder y la asimetría de capacidades de captación de datos, de su tratamiento, interpretación y decisión. Un punto común a las diversas variantes de este consenso es la exigencia de transparencia. La transparencia de datos y de algoritmos[4] implica la capacidad de saber qué datos se utilizan, cómo se utilizan, quiénes los utilizan, para qué los utilizan y cómo se llega a partir de los datos a tomar las decisiones que afectan a la esfera vital de quien reclama esta transparencia. En conclusión, datos más democráticos tienen que estar ligados a algoritmos (procesos) de análisis más transparentes, que permitan la explicación de las conclusiones generadas.
Finalmente, quiero cerrar este artículo mencionando otra temática de candente actualidad y que está generando mucha controversia, ya que puede amenazar un “uso democrático de los datos personales”: la introducción de aplicaciones por los gobiernos para rastrear los contactos sociales[5], con el objeto de hacer frente a la pandemia del coronavirus. La idea de estas aplicaciones es recabar y poner a disposición de las autoridades sanitarias en todo el mundo, datos de movilidad y de contactos entre individuos que permitan hacer un mejor seguimiento y predicción de las infecciones de COVID-19. China, Taiwán y Corea del Sur están ya usando este tipo de aplicativos. Sin embargo, estos aplicativos plantean serias dudas acerca de la privacidad de la información de los usuarios, algo que Apple y Google, proveedores conjuntos de una interfaz programática (API) para facilitar el desarrollo de tales aplicaciones móviles en dispositivos iOS o Android, dicen haber sido capaces de mitigar mediante el uso de Bluetooth y el carácter « voluntario » de los programas. Ante esta tesitura, muchos centros de investigación internacionales están reclamando la instauración de soluciones basadas en blockchain (totalmente descentralizadas, sin control central gubernamental) que garanticen la privacidad de los usuarios, les permitan ser conscientes de cuándo han entrado en contacto con infectados y deban por tanto guardar cuarentena, pero al mismo tiempo impidan que se tomen medidas sancionadoras contra ellos. Las soluciones basadas en blockchain pueden resolver los acuciantes problemas relativos a la soberanía y gobernanza de nuestros propios datos personales.
Como vemos la “democratización de los datos” puede ser observada desde diferentes prismas y es indudablemente multiespectral. No obstante, es innegable su relevancia e importancia en nuestra cotidianeidad, para poder ayudar a través de soluciones digitales a resolver los desafíos a los que nos enfrentamos día a día.
El nuevo coronavirus SARS-CoV-2 produce una enfermedad que denominamos Covid-19, cuyas características principales son la gran capacidad de contagio que tiene el virus, que la mayoría de pacientes infectados no tienen síntomas aparentes o sólo una enfermedad leve con fiebre, tos, mialgias, afonía, pero que alrededor de un 20% de los diagnosticados (probablemente muchos menos que los que están infectados), tienen una neumonía grave, con un distrés respiratorio del adulto con una mortalidad global de entre 1,2 y 10% dependiendo de las series y de los países. La mortalidad de los enfermos con distrés respiratorio es de un 50%. Hay una serie de factores de riesgo que se conocen que un individuo pueda sufrir una enfermedad grave: la edad, la hipertensión arterial, la diabetes junto con otras comorbilidades como enfermedades cardiovasculares, la enfermedad pulmonar y la insuficiencia renal. Los individuos infectados y asintomáticos representan un grave problema epidemiológico, por su dimensión desconocida y por el riesgo elevado de contagio a otras personas sin que ellos mismos sean conscientes de este riesgo.
La impresión actual es que este virus no tiene un gran neurotropismo (capacidad de afectar el sistema nervioso) a diferencia de virus como el de la rabia o el de la poliomielitis. Sin embargo, sabemos que es capaz de producir síntomas neurológicos agudos en algunos pacientes. El trabajo en Lancet Neurology (Mao y col) de la serie de Wuhan, nos dice que de 214 enfermos estudiados, 41% de ellos con enfermedad grave, 78 (36,4%) tuvieron síntomas neurológicos. Estos síntomas pueden ser de tres tipos: por afectación del sistema nervioso central (SNC) como cefalea, mareo, ictus, epilepsia, trastorno del nivel de conciencia; por afectación del sistema nervioso periférico (hiposmia, ageusia, neuralgia), y afectación de los músculos esqueléticos. Los enfermos graves tuvieron más síntomas como ictus, alteración de conciencia o afectación muscular que los leves. Existe también un caso de encefalitis necrotizante en un paciente infectado. Existe la duda de que parte de la depresión respiratoria que tienen los pacientes con el Covid-19 sea por afectación de los centros respiratorios en el tronco cerebral.
¿Esto significa que el virus tiene un marcado neurotropismo? Mi impresión es que al menos a corto plazo, no. Este virus penetra en las células a través de una proteína que es el receptor del enzima convertidor de la angiotensina tipo 2 (ACE2). El virus tiene en su membrana una espícula con dos subunidades, una de las cuales, la S1, interactúa con el ACE2. Esta proteína tiene una gran representación en los pulmones y por ello la prevalencia alta de neumonía y también la presencia de sintomatología intestinal o renal. Las neuronas y la glía tienen receptores ACE2 por lo que conocemos de otros mamíferos, pero no está claro si los virus llegan a unirse a estos receptores cerebrales.
La diseminación del coronavirus ocurre por su paso a la circulación sistémica, y esto podría inducir afectación de todos los órganos que tienen el receptor ACE2. El cerebro tiene la protección de la barrera hematoencefálica (BBH) pero por los estudios de las autopsias de los pacientes fallecidos (no excesivas hasta el momento) existe afectación del endotelio de la microcirculación cerebral, líquido cefalorraquídeo, glía y tejido neuronal. Otra posibilidad es que el virus que está en la nariz, penetre por la lámina cribiforme del etmoides al bulbo olfatoria y a través de él, alcanzar otras zonas del cerebro. La afectación olfativa de algunos pacientes, reconocida como síntoma, podría sugerir que esta podría ser una vía magna de infección del SNC a través del tracto olfativo desde el epitelio nasofaríngeo donde el virus se reproduce. Estas neuronas olfatorias se regeneran rápidamente y de ahí que la hiposmia no sea una secuela permanente. La alteración del gusto es casi con toda seguridad consecuencia de la afectación del olfato, puesto que la mayoría de la percepción gustativa la realizamos a través de la olfacción retronasal.
El dolor de cabeza es muy frecuente en pacientes con tos y en los que están con concentraciones de carbónico altas en sangre. Sin embargo, algunos pacientes sin trastorno respiratorio refieren una cefalea gravativa con signos de meningismo que podrían sugerir una participación meningoencefalítica que es más evidente en algunos casos.
Por otro lado, los pacientes intubados y sedados con un respirador pueden presentar una complicación neuromuscular, denominada la polineuropatía del enfermo crítico, con destrucción muscular, independientemente de la causa aunque en ese contexto una polineuropatía inflamatoria del tipo Guillain-Barre podría quedar oscurecida por el trastorno del nivel de conciencia, sea por la hipoxia o hipercapnia o por la sedación asociada a la intubación.
Los ictus son una consecuencia de las lesiones vasculares y de los trastornos de coagulación que pueden ocurrir en pacientes que sufren una enfermedad grave.
Todos estos datos muy preliminares y extraídos en un contexto de medicina de guerra, en muchos casos sugieren que la posible afectación del sistema nervioso por este virus no es una cuestión cerrada y que debería ser cuidadosamente monitorizada ya que algunos de estos síntomas pueden quedar oscurecidos en el contexto de un paciente grave e intubado en una UCI. Por otro lado, resulta prudente recordar que tras la pandemia de la gripe de 1918, una significativa porción de pacientes supervivientes sufrieron una grave complicación tardía cuya relación con la infección solo pudo ser sospechada. Se trataba de un cuadro encefalítico tardío conocido como encefalitis letárgica de Von Economo, con su secuela de parkinsonismo post-encefalítico que tan bien describe Oliver Sacks en su novela Despertares. Sería prudente mantener un registro de los casos ingresados y realizarles algún tipo de control pasados unos meses o al menos tener in mente esta posibilidad de una complicación tardía.
Da la impresión de que la gravedad de esta enfermedad viene desencadenada por la cascada inflamatoria que produce en algunos individuos, con una liberación de citoquinas exagerada, similar a lo que ocurre en otras situaciones como en el rechazo de trasplantes. Esta enfermedad con afectación pulmonar y circulatoria grave induce una alteración de la oxigenación del cuerpo entero, incluido el cerebro, alteración de la homeostasis posiblemente responsable de un gran número de síntomas neurológicos, sin descartar que como parte de la reacción inflamatoria general el SNC sea escenario de esta reacción, lo que tiene indudables consecuencias respecto al tratamiento a instaurar que podría incluir algunas medidas contra-intuitivas en el contexto de un proceso infeccioso como sería la inmunodepresión activa.
En general, como conclusión diría que es cierto que los pacientes con Covid-19 tienen una gran cantidad de síntomas neurológicos, como en todos los pacientes que entran en las UCIs por diferentes motivos. Hace años nosotros hicimos un estudio aleatorio en los pacientes ingresados en la UCI de nuestro hospital, y la prevalencia de síntomas y signos neurológicos explorados de forma sistemática fue muy alta (de alrededor de un 40%) con síntomas como temblor, alteración cognitiva sutil o neuromuscular muy frecuente, producidos por cualquier enfermedad grave o por los fármacos que se utilizaron. La hiposmia está relacionada con la alteración del epitelio olfatorio y de las neuronas especiales que allí se encuentran. Se requieren más autopsias completas del cerebro y médula espinal para poder conocer la afectación del sistema nervioso en los pacientes infectados por el virus, pero hasta hoy no hay evidencia de que el virus provoque, excepto casos anecdóticos, lesiones cerebrales permanentes por la alteración directa del sistema nervioso.
D. Miguel sufrió directamente las consecuencias trágicas del desgraciado año 1936 que ensangrentó a España. Además del horror de ver y sufrir en sus amigos y próximos la brutalidad de los “hunos y de los hotros” se encontraba muy solo pues añoraba intensamente a su esposa fallecida, estaba muy preocupado por la suerte de sus hijos que habían quedado en Madrid y por acuciantes problemas económicos.
Son numerosas las versiones que se han elaborado sobre lo que aconteció durante el “Incidente del Paraninfo”. La versión que se ha dado en llamar “canónica” es la que procede de un artículo de Luis Portillo en la revista Horizon de Londres1. Esa versión es la que después hicieron popular varios escritores que la recogieron en sus obras, como Hugh Thomas en su Historia de la Guerra de España y Carlos Rojas o Ricardo de la Cierva en sus biografías de Unamuno. Sin embargo, otros biógrafos como Emilio Salcedo2 o el matrimonio Rabaté3,4,5 han ofrecido diferentes relatos de lo acontecido. Severiano Delgado6 ha llegado a la conclusión de que el artículo de Portillo fue puramente propagandístico. Según Portillo, Millán-Astray pronunció un encendido discurso ensalzando la guerra y los valores militares, a lo que Unamuno contestó con otro discurso no menos lírico (“este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote…”) y además audaz, llamando inválido al general. Pero Delgado asegura que todo ello fue una invención de Portillo, cuya intención en aquel momento crítico de la II Guerra Mundial era la de confrontar la violencia de los militares con el mundo de la intelectualidad, tomando a Millán-Astray y a Unamuno como sus respectivos arquetipos y sin ninguna intención de rigor histórico.
Una idea más aproximada de lo que ocurrió en el Paraninfo se puede extraer de los testimonios que han dejado algunos testigos presenciales como José Pérez-López Villamil7, Eugenio Vegas-Latapie8 y José Mª Pemán9. Incluso el propio Millán-Astray dejó un informe de lo ocurrido que resulta interesante de consultar10.
Era el 12 de octubre y se celebraba el día de la Raza (o de la Hispanidad, según Unamuno y otros preferían). Hay un acuerdo casi general sobre lo que ocurrió en la primera parte del acto en el Paraninfo de la Universidad. Presidía la mesa D. Miguel, que tenía la representación de Franco. Le acompañaban el cardenal Plá y Deniel y el general Millán-Astray como se confirma en la única mediocre fotografía que se ha publicado de aquel acto (fig. 1). Dña. Carmen Polo llegó tarde y, al parecer, Pemán le cedió su puesto en la mesa. Los cuatro oradores previstos en el programa, José María Ramos y Loscertales, Vicente Beltrán de Heredia, Francisco Maldonado de Guevara y José Mª Pemán, hicieron sus discursos en el modo esperado, ensalzando las glorias de la patria, el imperio, la raza, etc. Maldonado, además, hizo alusiones a la guerra internacional que se estaba llevando a cabo en España en defensa de la civilización cristiana, contra los antipatriotas, los separatistas vascos y catalanes, etc. Entonces, D. Miguel sacó del bolsillo una carta, que en demanda de gracia le habían dado para hacerla llegar a Franco, y en su dorso escribió, junto a los nombres de los oradores, una serie de palabras o frases (fig. 2) que fueron la base del pequeño discurso que pronunció a continuación, pero no como dijo Portillo en respuesta a Millán-Astray, puesto que este no había tomado la palabra.
Los testigos presenciales discrepan en los detalles de las palabras de Unamuno pero, en lo esencial, coinciden en que calificó a la guerra como “incivil”, entre españoles, dudando de su capacidad de defender la civilización cristiana, negó el concepto de “anti-España” referido sobre todo a vascos y catalanes, resaltó la extensión del odio entre españoles que la guerra comporta, pronunció la famosa frase “vencer no es convencer” y censuró a las mujeres salmantinas que asistieran con crucifijos y escapularios a los fusilamientos. Todo esto suponía rebatir el conjunto de los argumentos que los militares aducían para justificar la guerra y los fusilamientos, que eran como actos de expiación pues a los ajusticiados se les ofrecía la confesión y los últimos sacramentos antes de morir “cristianamente” saldadas sus culpas. Además, en los apuntes de Unamuno en la carta se puede leer “Imperialismo lengua” y “Rizal”. Según Pérez-López7, Vegas-Latapie8,y el propio Millán-Astray10, D. Miguel hizo la pirueta intelectual de asegurar que el verdadero pilar del imperio español, de la hispanidad que él quería celebrar, había sido la lengua, lo que parece justificado desde su perspectiva de lingüista y escritor. Pero para afirmarlo eligió el ejemplo menos oportuno en aquel momento, pues hizo alusión al médico y escritor filipino Rizal quien, ciertamente, teniendo el tagalo como lengua materna había hecho toda su obra poética en español. Pero no tuvo en cuenta que Rizal había sido uno de los principales impulsores intelectuales y políticos de la independencia de Filipinas en cuya guerra había participado Millán-Astray.
Y entonces fue cuando el general, sin poder contenerse, se puso en pie dando puñetazos con su única mano y “gritos arrebatados” según Pemán9 y otros testigos. Hay discrepancias si la frase que Millán-Astray pronunció a continuación fue “muera la intelectualidad” o “mueran los intelectuales” matizando en seguida “los intelectuales traidores” que fue recibida con una ovación. Sea como fuere, los testigos describen que se levantó un “tumulto”, un “ maremágnum”, en el que se oyó ruido de amartillamiento de armas. Millán-Astray ordenó a Unamuno que diera el brazo a Dña. Carmen y saliera con ella, aunque Pérez-López7 atribuye la iniciativa al catedrático de derecho que los cogió del brazo a los dos. Vegas-Latapie8 llega a afirmar que quizás el ir con la Sra. Polo salvara la vida a D. Miguel, quien abandonó el paraninfo entre insultos y amenazas. Según Pérez-López7 después salió el resto del Claustro “con tal susto dentro del cuerpo, con tal miedo, que éramos incapaces de articular palabra alguna… Aquello fue tremendo…”
El testimonio del propio Millán-Astray10 es relevante aunque, sin duda, sesgado. Fue una especie de informe interno probablemente dirigido al Caudillo, cuyo título comienza significativamente como “Conducta observada por D. Miguel de Unamuno…” y se conserva en su archivo personal según su biógrafo Togores10. En él, el general le envíó varios dardos envenenados a Unamuno. Empezó por señalar que D. Miguel había estado descortés con Dña. Carmen no saliendo a recibirla, lo que sin duda tomaría en cuenta Franco, obviando que la Sra. llegó tarde cuando la mesa presidencial ya se había formado. Después resaltó que Unamuno indicó en la apertura del acto que él ostentaba la representación del “Jefe de Gobierno del Estado” y no del “Jefe del Estado” y ahí ya le dolía más a Franco después de lo mucho que había intrigado y trabajado con su hermano Nicolás para conseguir de sus compañeros generales en la Junta Militar todos los poderes del estado. Y, por último, recogió las palabras pronunciadas por Unamuno referentes a que “…no hay anti-Patria lo que quiere decir que los rojos no eran antipatriotas, …un canto a Vasconia y Cataluña regiones separatistas, …una cosa es vencer y otra convencer… esa insidia que quiere decir que con las armas no se gana la razón, …la protesta por la asistencia de las Sras. a los fusilamientos… y la alusión a Rizal… ejemplo de la conspiración de comunistas ruso-soviéticos-judío-masones” un compendio de lo que, sin duda, Franco tomaría como una enmienda total a sus argumentos a favor de la sublevación y la guerra.
Añadió Millán-Astray cosas que nadie oyó. Que él pidió la palabra para hablar y no se le concedió y que, entonces, a pesar de su indignación, pronunció un pequeño discurso dirigido a los estudiantes –que en realidad no estaban presentes en gran número- para que “Cuando volváis purificados de la guerra… tened mucho cuidadocon los hombres sutiles y engañosos que con palabras rebuscadas y falsas llevarán el veneno a vuestras almas. » Hombre astuto, que sin duda esperaba que este testimonio suyo fuera criticado porque nadie más menciona semejante parlamento, añadió a continuación: “No recuerdo exactamente mis palabras, pero el concepto fue este”. Terminó Millán-Astray señalando que fue él quien ordenó a Unamuno dar el brazo a Dña. Carmen y que ese gesto, y el ir él mismo detrás, le pudo salvar la vida ante los falangistas violentos. Aún añadió el general otro supuesto testimonio muy corrosivo contra Unamuno. Aseguró que D. Miguel se encontró a la salida del Paraninfo con el médico y periodista Victor Ruiz Albéniz (su pseudónimo era Tubib Arrubi) y que a su pregunta sobre lo sucedido le contestó “…que llevaba dos bombas guardadas, las he tirado y han estallado » dando a entender que Unamuno llevaba ya preparada al Paraninfo una intención provocadora.
Se ha producido en los últimos años una corriente de opinión “revisionista” de lo sucedido en el Paraninfo, negando que hubiera ninguna confrontación entre Unamuno y Millán-Astray. Uno de los apoyos a tal idea es el descubrimiento de una segunda fotografía a la salida del Paraninfo (fig. 3). En ella se observa a Dña Carmen entrando en el coche y a Millán-Astray despidiéndose de D. Miguel y del cardenal en actitud aparentemente amigable, con algunos de los presentes brazos en alto. En la primera foto conocida anteriormente y que en realidad está tomada unos segundos después (fig. 4) se observa que Millan Astray ya ha subido al coche, que está rodeado de sus escoltas, y que todos los brazos en alto se han vuelto hacia él. Esto ha propiciado la interpretación de la primera foto (fig. 3) como una amable despedida del general a D. Miguel y que los gritos de los falangistas no eran de repulsa a Unamuno sino de apoyo a Millan Astray. Es posible que la despedida fuera cortés, pero los testimonios de los testigos del acto antes mencionados no dejan lugar a duda de que el encontronazo en el Paraninfo fue muy violento con un fuerte rechazo hacia Unamuno5. Existe, también, el testimonio del propio D. Miguel que le dijo en una carta a Quintín de la Torre unos días después del incidente: « ¡Hubiera usted oído aullar a esos dementes de falangistas azuzados por ese grotesco y loco histrión que es Millán-Astray ».
La crisis final de D. Miguel
El incidente del Paraninfo tuvo muy graves consecuencias para Unamuno. La primera es que fue abucheado aquella misma tarde en el café Novelty donde tenía su tertulia desde hacía años y se le sugirió que no volviera. Además recibió recomendaciones u órdenes –en eso no hay acuerdo-, oficiales y a través de su familia, para que no saliera de su domicilio. Un comisario le vigilaba, aunque el testimonio de D. Miguel fue que no hacía falta pues no pensaba ya salir de su casa. El ayuntamiento le retiró su nombramiento de concejal y de alcalde honorario. La peor noticia, y que le dolió mucho, fue que sus propios compañeros de claustro votaron la propuesta, que cursada por conducto reglamentario fue firmada luego por Franco, de que fuera destituido del rectorado.
Con todo ello, Unamuno envejeció mucho y rápidamente. Nikos Kazantzakis, uno de los muchos periodistas o escritores a los que recibió en las semanas siguientes al acto del Paraninfo, que lo conocía y admiraba profundamente, vino a España como corresponsal para intentar entender aquella guerra terrible. Y fue directamente a Salamanca porque pensaba que Unamuno era quien mejor se lo podía explicar. Y dejó este testimonio tremendo de su encuentro el 21 de octubre en el domicilio del rector: “Cuando la puerta se abre veo a Unamuno súbitamente envejecido, literalmente hundido y ya encorvado por la edad”.
No es aventurado imaginar que la crisis y el estrés del incidente del Paraninfo y sus consecuencias pudieron acelerar la muerte súbita, probablemente cardíaca, de Unamuno el 31 de diciembre mientras charlaba con Bartolomé Aragón, uno de sus discípulos quien, al parecer, tuvo el detalle de ir a visitarle sin lucir el uniforme falangista. En el entierro de D. Miguel se produjeron otras varias de las muy notables paradojas y contradicciones de su vida. Su féretro fue llevado a hombros por falangistas, quizás los mismos que le abuchearon en el Paraninfo, pero que lo cubrieron con su propia bandera. Los catedráticos que acababan de reprobarlo pusieron la muceta o el birrete de rector encima del féretro y llevaron sus cintas. Y en la lápida del nicho se grabó por expreso deseo de Unamuno un epitafio en el que pide a Dios que lo acoja en su seno, algo totalmente contradictorio con la decisión ulterior de la Iglesia Católica de calificarlo como “hereje máximo” y “maestro de herejes” enviando sus obras al Índice de Libros Prohibidos.
Méteme, Padre Eterno, en tu pecho
misterioso hogar
dormiré allí pues vengo deshecho
del duro bregar.
Bibliografía
Portillo L. “Unamuno’s Last Lecture”. Horizon 1941 (Dec.) p. 394-400
Salcedo E. La vida de Miguel de Unamuno. Salamanca: Ed.Anaya; 1964.
Rabaté JC, Rabaté C. En el torbellino. Unamuno en la guerra civil. Madrid, Marcial Pons, Ediciones de Historia, 2018.
Rabaté C, Rabaté JC. Miguel de Unamuno (1864-1936). Convencer hasta la muerte. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2019.
Rabaté C, Rabaté JC. Enfrentamiento en el paraninfo: Unamuno, “fulminado”. https://elpais.com/cultura/2018/05/26/actualidad/1527331721_207393.amp.html (4,noviembre,2019)
Delgado S. Arqueología de un mito: el acto del 12 de octubre en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/137592/Arqueolog%C3%ADa%20de%20un%20mito.pdf?sequence=1&isAllowed=y (4,noviembre,2019)
Angosto Saura T. D. José Pérez-López Villamil o la pasión por el recuerdo. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 1985;5:484-492.
Vegas-Latapie E. Memorias políticas (II): 1936-1938: Los caminos del desengaño. Madrid : Tebas, 1987. Capítulo 24: “La última lección de Unamuno”, p. 107-114.
Pemán JM. La verdad de aquel día. ABC, 26.Nov.1964, p 3. http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1964/11/26/003.html (4,noviembre,2019)
10. Togores LE. Millán Astray Legionario. Madrid, La Esfera de los Libros, 2003. http://www.maalla.es/Libros/Millan%20Astray%20Legionario.pdf (4,noviembre
Pies de figura
Figura 1. Mesa presidencial del acto del 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Se reconoce bien a Dña. Carmen Polo, a Unamuno y a Millán-Astray. El de la izquierda de D. Miguel debe ser el cardenal Plá y Deniel
Figura 2. Reproducción de las notas que Unamuno escribió en el reverso de una carta cuyos renglones se adivinan, antes de tomar la palabra en el acto del Paraninfo. Se leen claramente a la izquierda “imperialismo” y “Rizal” que fueron, al parecer, los detonantes de la furia de Millán-Astray.
Figura 3. Fotografía tomada al término del acto del Paraninfo. Dña. Carmen está a punto de entrar en el coche. La despedida es aparentemente cordial entre el general Millán-Astray, D. Miguel y el cardenal Plá y Deniel. Los brazos en alto de los presentes parecen indicar una actitud de repulsa hacia Unamuno.
Figura 4. Fotografía tomada unos segundos más tarde de la anterior. En ella el general Millán-Astray ha subido también al coche pero no parece que lo haga D. Miguel lo que contradice las versiones en las que fue Dña. Carmen la que llevó en su coche a Unamuno hasta su domicilio. En esta fotografía los brazos en alto y los gritos, se supone que de exaltación, se dirigen hacia el coche del general.
Miguel de Unamuno y Yugo, uno de los escritores y filósofos más relevantes de la historia de España, fue una personalidad compleja, obsesiva y llena de contradicciones, en la que las crisis de fe en Dios y la angustia por el más allá tras la muerte estuvieron muy presentes y, en ocasiones, ocuparon lo más destacado de su pensamiento y de su obra. Repasando sus testimonios personales y los de sus allegados se advierte que las dudas y angustias de D. Miguel fueron en parte influenciadas por la enfermedad neurológica y la muerte de su hijo Raimundo, de las que dejó testimonios directos en cartas, poemas y dibujos, lo que motiva este artículo.
Material y método
El resumen biográfico de D. Miguel se ha elaborado a partir de las biografías que se citan en la bibliografía1-7 El análisis del estado neurológico y de las capacidades de Raimundín lo he basado en los testimonios de algunos biógrafos, pero sobre todo en las observaciones que D. Miguel destiló en algunas cartas a sus amigos y en los varios poemas que dedicó a su hijo: “Canción de cuna al niño enfermo”, “Recuerdos” y “En la muerte de un hijo” (con este título se encabezan, en las fuentes que yo he consultado, dos poemas diferentes fechados en años distintos). Las imágenes de Raimundín las he obtenido de los dibujos que el propio D. Miguel hizo de su hijo. Se conservan en la Casa-Museo de Unamuno en Salamanca y sus copias me han sido amablemente proporcionadas por D. Francisco Javier del Mazo Ruiz.
Resumen biográfico de D. Miguel de Unamuno
Los hechos y fechas más relevantes de su biografía se pueden resumir en los siguientes hitos. Unamuno nació en Bilbao (29 de septiembre de 1864) y falleció en La enfermedad neurológica de “Raimundín” en la biografía de Miguel de Unamuno, Salamanca (31 de diciembre de 1936). Su padre murió en 1870, la familia quedó en una situación económica delicada y la ayuda, y por consiguiente la influencia, de la abuela fueron muy importantes en la vida y la personalidad de Unamuno.
Siendo niño fue testigo del sitio de Bilbao en la última Guerra Carlista, entre diciembre de 1873 y mayo de 1874 cuando el general Martínez de la Concha rompió el cerco y liberó a la ciudad del asedio de los carlistas sublevados. Los acontecimientos trágicos de aquellos meses influyeron mucho en el joven Unamuno hasta el punto de inspirarle su primera novela “Paz en la Guerra” (1897).
Después de los estudios secundarios en Bilbao y los universitarios de filosofía en Madrid, volvió a Bilbao y comenzó a preparar oposiciones. Fracasó en los primeros intentos, pero en 1891 ganó la cátedra de griego en la Universidad de Salamanca. En enero de ese mismo año había contraído matrimonio con Dña. Concha Lizarraga, su novia desde adolescentes.
Tras los dos primeros hijos, Fernando y Pablo, nació Raimundo en 1896, y después vinieron Salomé, Felisa, José María, Rafael y Ramón. En marzo de 1897, y con alguna influencia como se verá más tarde de la enfermedad de Raimundo, Unamuno tuvo una de sus primeras crisis de fe religiosa y política y abandonó la agrupación socialista. Raimundo falleció a los seis años, en 1902.
En 1900 fue nombrado rector de la Universidad, cargo del que fue depuesto en 1914. En 1920 regresó a la política y en 1922 fue elegido diputado a Cortes. Así mismo volvió a desempeñar cargos académicos, primero decano de la Facultad de Letras, luego vicerrector y finalmente rector en funciones. Pero en 1923 se produjo el golpe de estado del general Primo de Rivera. Unamuno mantenía previamente una actitud abiertamente crítica contra la monarquía y el propio rey Alfonso XIII, a quien dedicaba adjetivos durísimos y fue también contrario al golpe militar. Unamuno fue destituido de sus cargos y desterrado a Fuerteventura. Aunque unos meses después se le conmutó el confinamiento, D. Miguel decidió, en muestra de rebeldía con la situación política, no volver a la península y se exiló primero en París y después en Hendaya, donde permaneció cinco años, hasta 1930.
Tras la caída del directorio y su regreso triunfal a España, Unamuno recuperó su actividad política y en 1931, ya en la II República, fue elegido concejal y diputado, alcalde honorario de Salamanca y de nuevo rector.
En 1934 se jubiló de su cátedra, aunque fue nombrado rector perpetuo. En ese año falleció su esposa.
En 1935 se distanció de la República, con la que inicialmente había simpatizado, por los excesos revolucionarios, con asesinatos arbitrarios en los que perdió amigos y colegas, así como por la sangrante persecución religiosa en la que veía una amenaza para la civilización occidental cristiana. Por eso en 1936 dio marcha atrás y comenzó su acercamiento al alzamiento de Franco. Pero tampoco pudo estar de acuerdo con las brutalidades de ese bando, que también fusiló a personas que le eran muy cercanas. De hecho, visitó personalmente a Franco para pedir clemencia para algunas de ellas. Se dio la circunstancia contradictoria de que, en agosto, por un decreto de Azaña se le desposeyó de su nombramiento de rector vitalicio, mientras que, en septiembre, por otro decreto del gobierno de Burgos se le repuso en el mismo cargo, del que de nuevo fue desposeído tras el incidente que viene a continuación.
El 12 de octubre de 1936, en el acto académico que se había programado para celebrar el Día de la Raza ocurrió el famoso incidente del Paraninfo, del que nos han llegado diferentes versiones sobre si se enfrentó o no al general Millán-Astray así como sobre el contenido de su discurso. Lo cierto es que fue destituido de su cargo de Rector Vitalicio por iniciativa del claustro ratificada en decreto firmado por el propio Franco. Tras ese encontronazo con el nuevo poder político emergente no salió de su domicilio, fuera o no confinado a él como medida disciplinaria, de la que no se tiene constancia. En los siguientes dos meses Unamuno sufrió de intensa soledad, añorando a su esposa a la que dedicó al menos un poema, de la amargura de ver desgarrarse España por el odio “de los hunos y de los hotros”, con ejemplos especialmente tristes para él como el fusilamiento del profesor Vila, rector de Granada y antiguo discípulo suyo, de una intensa preocupación por el destino de los hijos que habían quedado en Madrid y de acuciantes estrecheces económicas. Murió bruscamente el 31 de diciembre mientras estaba en conversación con Bartolomé Aragón, un joven profesor antiguo alumno suyo, por una “hemorragia bulbar debida a arteriosclerosis e hipertensión arterial” según certificaron sus médicos, sin que conste en ningún sitio que se le practicara la autopsia. A los ojos de hoy, parece más probable que fuera una muerte cardiaca.
Los mismos falangistas extremistas que en el Paraninfo lo habían abucheado y amenazado con el “viva la muerte, abajo la inteligencia” de Millán Astray, se apropiaron de su féretro y lo llevaron al cementerio bajo una bandera de la Falange y lo despidieron con gritos de “Presente” y “Arriba España”. Esta es otra de las innumerables paradojas de la biografía de Unamuno, como el contraste entre la consideración oficial de la iglesia católica como ateo peligroso y anticristiano8, “hereje máximo y maestro de herejes”9, lo que llevó a incluirlo en el Índice de autores prohibidos10 y su epitafio, que redactó él mismo:
Méteme, Padre Eterno en tu pecho,
misterioso hogar,
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar.
La enfermedad de Raimundo
Los biógrafos de D. Miguel no nos aportan muchos detalles de la enfermedad de su hijo Raimundo, nacido el 7 de enero de 1896. En las primeras semanas de vida se da por cierto que sufrió una meningitis que algunos se aventuran a catalogar de tuberculosa. No he encontrado ninguna descripción detallada que pudiera apoyar o refutar ese diagnóstico. Pero no es del todo convincente dado que en aquellos años la mortalidad de la meningitis tuberculosa era virtualmente del 100%. Es posible que el agente etiológico fuera otro propio de la infancia, con una mortalidad más reducida y frecuentes secuelas, por ej. Haemophilus influenzae. Dado que la hidrocefalia comenzó a desarrollarse muy pronto, en el primero o segundo mes de vida, tampoco podría descartarse, en ausencia de datos del líquido cefalorraquídeo, que fuera secundaria a una hemorragia en el período neonatal.
Unamuno vivió con gran angustia la enfermedad de su hijo en los primeros meses de 1896 y lo deja reflejado en su diario y en una carta a su amigo Múgica en los que da algunos indicios del estado del niño. Al comienzo de su diario escribe algunas notas sueltas recogidas por Rabaté6:
Día 23: Entre la vida y la muerte. […] El médico; a la fuerza. Sale adelante. Estrabismo. ¿Estará ciego? Experiencias. Indigestiones. Baños. Remordimientos ulteriores. La cabeza le crece. […] Viene el médico. Temores. Yoduro de hierro. […] Perspectivas. La muerte antes que idiotismo. Mala noche.
Tabla 1. Resumen retrospectivo en términos neurológicos de la enfermedad de Raimundo elaborado a partir de los testimonios, escritos y dibujos, de D. Miguel de Unamuno.
FASE AGUDA: gravedad, riesgo de muerte
FASE CRÓNICA/SECUELAS:
Hidrocefalia (macrocefalia, fontanela abierta, diástasis de suturas)
Síndrome de Parinaud (paresia de la mirada hacia arriba)
Estrabismo
Bajo nivel intelectual y mutismo (no adquiere el lenguaje)
Contacto visual, sonrisa social
Paresia espástica mano derecha
Movimientos lentos estereotipados mano izquierda
Espasticidad de las piernas en aducción (con algunamovilidad voluntaria)
En una carta a Múgica escribe con una precisión casi clínica:
Hasta hoy es pequeño el aumento de la cabeza y parece que la enfermedad se ha detenido; no se le cierra, sin embargo, la fontanela, ni se le encajan las suturas de los frontales y parietales, y está muy atontado y sin muestras de atención. Usted sabe cuán escasas son las probabilidades de cura y cómo no es el peor resultado la muerte, sino que ésta se dilata años, que son años de imbecilidad e idiotismo para el pobre niño.
Sin embargo, conoce por su madre de un caso (el Dr. Gorostiza) que curó sin secuelas, a lo que se aferra todavía en el mes de abril para mantener la esperanza, pero sin mucha convicción:
… la vista siempre baja. Y ¡qué atrasado! No se ríe, no se fija, no conoce a los tres meses.
Pero para el mes de junio las esperanzas se diluyen y el niño quedó con secuelas muy importantes derivadas de una hidrocefalia crónica. De nuevo es el propio Unamuno quien en sus dibujos, cartas y poemas nos deja algunas descripciones que nos permiten vislumbrar el estado neurológico y funcional del niño que no debieron cambiar mucho en sus siguientes años de vida (tabla1).
En primer lugar, sufría un grave retraso mental. Como dice D. Miguel en el poema que tituló “En la muerte de un hijo” es seguro que el niño no adquirió el lenguaje y permanecía mudo:
Y su entreabierta boca siempre henchida
de un silencioso grito de protesta
que a la mudez del cielo respondía
con su mudez de aborto de profeta
Figura 1. Dibujo de Raimundo por su padre. La macrocefalia no es demasiado evidente y no se puede apreciar ninguna postura anormal en las extremidades del niño dormido.
Figura 2. En este dibujo, probablemente más tardío que el de la figura 1, la macrocefalia es evidente. Es posible un leve estrabismo con foria en aducción del ojo izquierdo. La postura del brazo y de la mano izquierdos parece normal. Sin embargo, hay, aparte, un apunte de la mano derecha en la que se intuye que el dedo pulgar está atrapado por los otros dedos flexionados lo que sugiere una espasticidad grave. Según testimonio de D. Miguel el niño sólo movía una mano que, de acuerdo con este dibujo, sería la izquierda.
Sin embargo, es posible que el niño pudiera llegar a percibir el ambiente pues indica Unamuno que el niño daba muestras de alegría o de risa: “no hace más que reírse Raimundín”.
Miguel era un gran dibujante que ya había destacado de niño en esa faceta. Dibujaba toda clase de motivos, pero le resultaba especialmente atractivo hacer pequeñas caricaturas de sus compañeros y profesores en el instituto. En el Archivo de la Casa-Museo de Unamuno en Salamanca se conservan al menos tres dibujos que Unamuno hizo a su hijo ya enfermo. Según testimonio de Felisa Unamuno a su nieto Miguel2 y del propio D. Miguel en una carta a su hija Salomé llevaba siempre en su cartera estos dibujos lo que explica, posiblemente, sus bordes rozados y arrugados.
Guardo siempre en mi cartera un retrato que hice, a lápiz, de tu hermanito, nuestro primer Raimundo y ese misterio de una agonía inconsciente de siete años me ha hecho meditar mucho.
Da la impresión de que los tres dibujos no son simultáneos. En los dos primeros el aspecto es el de un niño pequeño, mientras que el tercero refleja ya un niño de al menos 2-3 años o quizás más.
En la figura 1 el niño aparece dormido, con ambos brazos semiflexionados, sin que se pueda apreciar claramente la postura de las manos. En la figura 2, en la que la macrocefalia es evidente, es posible apreciar un leve estrabismo con foria en aducción del ojo izquierdo. El brazo izquierdo aparece en reposo con la mano abierta normalmente. Aparte, se observa un apunte de la mano derecha que se representa cerrada, con el dedo pulgar probablemente atrapado por los otros dedos flexionados. El aspecto es el de una mano espástica y quizás distónica. D. Miguel, en el mismo poema antes mencionado, deja claro que el niño sólo movía una mano que, de acuerdo con el dibujo, sería la izquierda, aunque no es fácil deducir de la descripción poética de D. Miguel qué capacidad de movimiento conservaba:
Con el sólo bracito que movía,
-el otro inerte- en lenta lanzadera
se cunaba, o dejaba acaso al aire
de sueños inconscientes una tela.
Se diría que los movimientos de la mano izquierda pudieran ser lentos, más o menos estereotipados, quizás rítmicos para acunarse; o bien semi-voluntarios, como si pintara sus sueños en una tela, si interpreto bien el verso de D. Miguel.
Respecto a las piernas, Unamuno las describe como cruzadas “escondiendo sus vergüenzas” lo que sugiere una espasticidad grave de los músculos aductores del muslo, como es habitual en los pacientes con hidrocefalia crónica. Pero el niño debía conservar alguna movilidad voluntaria en sus piernas si hacemos caso a los versos que Unamuno incluye en otro poema, “En la enfermedad de Raimundín”, donde da a entender que el niño era capaz de reptar con esfuerzo por las piernas de su padre y subir por el tronco hasta darle un beso:
… que hasta alcanzar un beso,
cual codiciado fruto, por mis piernas
trepas con dulce anhelo…
… En el oscuro abismo de tu espíritu,
sin tú mismo saberlo,
con su follaje depurando el aire
que hinche de tu alma el pecho,
vivirá vida oscura,
la de olvidado ensueño,
el tronco paternal a que trepabas
con infantil empeño
a recoger el codiciado fruto,
de mi boca a segar amante beso.
Figura 3. Este dibujo de un niño ya mayorcito y en el que la macrocefalia es manifiesta, tiene un aliento más dramático por la expresión característica de susto o sorpresa de Raimundo, debida a los signos de la hidrocefalia crónica, la retracción del párpado superior y la desviación de los ojos hacia abajo permitiendo ver la esclerótica por encima del iris, el signo del “sol poniente”.
En la figura 3, D. Miguel reflejó fielmente la macrocefalia y los signos oculares de la hidrocefalia crónica del niño, que se atribuyen a la presión de los ventrículos laterales y del tercer ventrículo sobre el tegmento mesencefálico: la retracción del párpado superior con mirada de susto o sorpresa y el signo del “sol poniente” con la tendencia de los ojos a desviarse hacia abajo por la paresia supranuclear de la mirada hacia arriba, lo que deja que la esclerótica se vea por encima del iris. Unamuno ya lo observó: “siempre mira hacia abajo”. Cualquier neurólogo del mundo podría utilizar en una clase sobre la hidrocefalia este precioso dibujo que D. Miguel hizo de su hijo.
No se disponía en aquel tiempo de ningún tratamiento quirúrgico eficaz para la hidrocefalia que hubiera podido cambiar le evolución fatal de Raimundín. A pesar de que ya Karl Wernicke había hecho la primera punción y drenaje externo de una hidrocefalia nada menos que en 1881 11, se tardó varias décadas en disponer de sistemas de drenaje permanente a la aurícula derecha 12-14 y más tarde al peritoneo11.
El desdichado Raimundin murió plácidamente durante el sueño según los versos de “En la muerte de un hijo”:
Y un alba se apagó, como se apaga
al asomar el alba allá en la extrema
nebulosa del cielo aquel que nunca
podremos ver recóndito planeta
Este final y la relación entre el sueño y la muerte ya los había anticipado D. Miguel en otro poema, en la “Canción de cuna al niño enfermo”:
Duerme, flor de mi vida,
duerme tranquilo,
que es del dolor el sueño
tu único asilo.
…
Pronto vendrá con ansia
de recogerte
la que te quiere tanto,
la dulce Muerte.
Dormirás en sus brazos
el sueño eterno,
y para ti, mi niño,
no habrá ya invierno.
…
Se deduce fácilmente de ese poema que para Unamuno la muerte se presentaba ya como una liberación de la temida “idiotez” en la que había caído su hijo, y de su prolongada agonía, a pesar de que en algún momento se intenta consolar diciendo que:
… ni el loco ni el idiota sufren, pues no conocen su
mal, y aún pueden vivir contentos. No hace más que
reírse Raimundín.
La enfermedad y muerte de Raimundín en la vida de Unamuno
La enfermedad de Raimundo fue muy influyente en la vida de Unamuno, al menos durante una etapa. Tenemos testimonios suyos de la gran ilusión que tenía, desde su
juventud, en formar una familia y la alegría con la que recibió el nacimiento de cada hijo. El de Raimundo fue especial porque al ser el tercero entraba ya en la idea largamente acariciada de una familia numerosa. En un texto de su etapa de estudiante en Madrid escribió:
¡Oh! Cuando yo tenga hijos de carne y hueso, con vida, con amor y dulzura. Es uno de mis sueños… y guardo mis ternuras para cuando tenga un hijo. ¡Un hijo! Acaso llegue a tener demasiados y mis ochavos no basten. ¡Pobres niños! ¡Cuánto os quiero!
También tenemos testimonios directos de su nieto Miguel de que, en efecto, a Unamuno le encantaban los niños, los propios y los de su vecindad; jugaba con ellos y les obsequiaba con sus famosas pajaritas y gorros de papel. Se hace eco incluso de otros valiosos testimonios:
Menéndez Pidal y Pérez de Ayala han recordado cómo Don Miguel se entendía magníficamente con los niños y, niño yo y él anciano jubilado, le conocí y tal es mi recuerdo2.
Así que la enfermedad de Raimundín cayó como una bomba en el apacible hogar de Miguel y Concha, la cual lloraba a menudo cuando sostenía al niño. Se cumplió el temor de que el niño quedara inválido e “idiota”. Este término era entonces muy popular, procedente de las ideas de Esquirol para denominar a los enfermos con grave trastorno mental sin posibilidades de recuperación y contra el que Bourneville tanto luchó en su admirable tarea por apoyar a esos seres desgraciados15.
La presencia del niño enfermo se hizo constante y opresiva. A Unamuno le atormentaba la idea de que la enfermedad de Raimundín fuera el cumplimiento de un sueño premonitorio. Cuando eran novios le había relatado a Concha en una carta el contenido de un sueño:
Una noche bajó a mi mente uno de esos sueños, tristes y lúgubres que no puedo apartar de mí, que de día soy alegre. Soñé que estaba casado, que tuve un hijo, que aquel hijo se murió y que sobre su cadáver, que parecía de cera, dije a mi mujer: Mira nuestro amor, dentro de poco se pudrirá; así acaba todo…
Unamuno instaló una cuna para el niño en su despacho para poder tenerlo siempre a su lado. También animaba a sus otros hijos a jugar con Raimundo para distraerlo.
A pesar de todos sus esfuerzos por encariñarse con el niño y por intelectualizar su dolor, Unamuno no pudo sino hacerse reproches y culpabilizarse del drama de su hijo. Por un lado, pensaba que él pudiera tener la culpa por haberle transmitido al niño alguna tara genética derivada de la consanguinidad en el matrimonio de su padre, que casó con una sobrina en primer grado. Por el otro, y esto ya enlaza con toda la personalidad y el pensamiento de Unamuno, creía que fuese un castigo divino a su pérdida de la fe. D. Miguel había sido en su infancia y adolescencia un ferviente católico de misa diaria. Sus lecturas filosóficas, ya en el instituto y después en la carrera, le hicieron cuestionar la existencia de Dios y la inmortalidad del ser humano, ideas que no puede racionalizar. Kierkegaard fue una influencia capital en su existencialismo y crisis de fe, que además de ser religiosa era también de falta de fe en la razón. Pues esta le llevaba a no poder creer en lo que más deseaba: no morir. Unamuno decía que su duda no era filosófica, sino pasional, ya que el conflicto era entre los sentimientos y la razón, lo que se convirtió en una profunda agonía, en una tragedia que según sus propias palabras “es perpetua lucha sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción”16. Y esa búsqueda intelectual de Dios, en el que quiere creer de manera sencilla y sentimental como en su infancia, le acompañará toda su vida, angustiado por el silencio de Dios que no le da pruebas racionales de su existencia.
La enfermedad de su hijo le enfrentó de manera brutal a la idea de Dios y le provocó una de las crisis de angustia vital más fuertes de su vida. Los últimos meses de 1896 y los primeros de 1897 ya tras el nacimiento de Raimundo, son de una zozobra creciente por las inquietudes religiosas que lo agobian y que culminan en la noche del 21 de marzo de 1897. No puede dormir, siente la angustia de la muerte, palpitaciones, dolor en el pecho y un llanto incontenible que reflejan una crisis aguda de ansiedad con un posible fondo depresivo. Se siente acabado y culpable del sufrimiento de su hijo. Dña. Concha intenta consolarlo con gestos y palabras maternales, pero no lo consigue y D. Miguel sale de su domicilio y se refugia en el convento de los dominicos. Los testimonios difieren sobre cuánto tiempo estuvo allí. Se ha dicho, sin muchas pruebas, que hasta tres días y que pasó dos días de rodillas rezando de cara a la pared, mortificándose a sí mismo y buscando la fe infantil por cuyo abandono ahora Dios le estaba castigando. Lo que es cierto es que el mismo día 22 se desahogó en una carta a su amigo y antiguo director espiritual D. Juan José de Lecanda y el día 23 con el comienzo de un Diario Intimo17.
El día 26 de marzo escribió una breve carta a Rafael Altamira en la que le confiesa que:
Estoy de descanso tan absoluto que ni aún cartas quiero escribir. Acabo de pasar una fuerte crisis espiritual y aún no ha terminado esto. Gracias a Dios empieza a volver mi espíritu a la calma.
El padre Lecanda le apremió para que fuera a pasa unos días con él en Alcalá de Henares para una especie de “ejercicios espirituales” privados. En su diario, Unamuno recogió innumerables reflexiones sobre todos los misterios que le obsesionaban, el libre albedrío, el infierno, la muerte y sobre todo la fe en la existencia de Dios:
Maté mi fe por querer racionalizarla, justo es que ahora vivifique con ella mis adquisiciones racionales, y emplee en esta labor mi tiempo. Todo esto es para volverme loco17.
Y entre medio de tantos apuntes y reflexiones, no pocas veces en latín y griego, D. Miguel también reza a Dios:
Quiero consuelo en la vida y poder pensar serenamente en la muerte. Dame fe, Dios mío, que si logro fe en otra vida, es que la hay.
Superada esa grave crisis de marzo de 1897, ya parece que Unamuno y su esposa entraron en una fase de mayor estabilidad y aceptación de la tragedia de Raimundín. Es muy probable que el nacimiento de los siguientes hijos, especialmente de las anheladas primeras hijas, Salomé y Felisa, fuera un bálsamo importante para el matrimonio. Los siguientes testimonios directos de que se dispone sobre el drama de Raimundín corresponden ya con su muerte en 1902 a la que D. Miguel dedicó el poema “En la muerte de un hijo”. En sus versos vuelve de nuevo Unamuno a evocar cómo la presencia de su hijo enfermo espoleaba su idea recurrente y obsesiva de preguntar a Dios por nuestro destino:
… aún recuerdo que pasaba
de su cuna a la triste cabecera
preguntándole al Padre con mis ojos
trágicos de soñar, por nuestra meta”
Sin embargo, Dios permanecía mudo:
… Pero en mí se quedó y es de mis hijos
el que acaso me ha dado más idea,
pues oigo en su silencio aquel silencio
con que responde Dios a nuestra encuesta.
Los estudiosos de Unamuno han tomado poco en cuenta la importancia que la enfermedad de Raimundín tuvo en una de sus principales crisis espirituales como él mismo la calificó18. Se ha destacado mucho que Unamuno, un gran escritor, erudito y filósofo, fue un hombre que vivió entre continuas contradicciones ideológicas, personales y políticas, siendo probablemente la mayor, la de su incapacidad en profesar una fe robusta que tanto ansiaba en un Dios a quien buscaba sin cesar, como reflejan estos versos finales del último poema que se encontró en su mesa a su muerte:
…
¿Soñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿A qué poner en ello tanto empeño?:
¿aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
-cielo desierto- del eterno Dueño?
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Artículo publicado originalmente en la revista Neurosciences & History 2018
En las anotaciones precedentes nos hemos dedicado a repasar los que a nuestro juicio son los males de la ciencia actual. La serie empezó por una presentación de la empresa científica, el marco institucional y económico en el que se desarrolla, y el entramado de las publicaciones científicas como producto principal. Seguimos analizando los valores de la ciencia tal y como los formuló Merton a mediados del siglo pasado. Y a continuación abordamos el repaso de una serie de males que pueden considerarse propios, específicos de la empresa científica. Las últimas anotaciones han tratado de las resbaladizas relaciones entre investigación científica y ética en diferentes planos.
La relación de “males” o “patologías” no ha pretendido ser exhaustiva. Algunas de las malas prácticas presentadas aquí lo son porque vulneran las normas de Robert K Merton, incumplen el ethos de la ciencia en los términos en que él lo definió y que, implícitamente, asumimos gran parte de los científicos. Otras tienen más que ver con aspectos nucleares de la práctica científica o con el sistema de publicaciones o de financiación de la investigación. Son, por lo tanto, diferentes y seguramente los remedios que requieran también lo sean. Pero sospechamos que una gran parte de los problemas se atenuaría si universidades y centros de investigación modificasen el sistema de incentivos que utilizan para reconocer y premiar el trabajo de su personal científico. La cantidad debería perder importancia como criterio, para ir valorando cada vez más la calidad del trabajo y la trascendencia o relevancia de las investigaciones. No se trata de acudir a indicadores de las publicaciones tal y como se utilizan hoy o, al menos, no sólo a esos indicadores (basados en métricas de impacto y similares), sino de recurrir a la valoración experta del nivel y alcance del trabajo realizado.
Tenemos por último, todos esos ámbitos en los que el desarrollo de la ciencia se enfrenta a dilemas de naturaleza ética. No se trata de dilemas específicos de la ciencia, o dilemas cuya resolución deba recaer exclusivamente sobre el mundo científico. Son, en su gran mayoría, dilemas sociales. La ciencia es, si acaso, el instrumento, pero es en el ámbito social y político donde se han de resolver. Si se han de exprimir al máximo las posibilidades que nos brinda la biotecnología, o si debemos permanecer pasivos ante la previsible robotización de la sociedad, son cuestiones que no corresponde dirimir a los científicos. Quienes hacen la investigación científica deberán aportar su criterio experto, y tanto la sociedad como los responsables deberían tomar buena nota y tener en cuenta el dictamen experto, pero en última instancia, las decisiones son de carácter social y político. Nos interesa remarcar esta diferencia, porque los males que hemos considerado intrínsecos a la ciencia lo son porque de no neutralizarlos, está en juego el propio funcionamiento del sistema científico, y en ese terreno, los miembros de ese sistema tenemos mucho que decir y que hacer. Precisamente por esa razón, no nos parece saludable que los científicos se desentiendan de las implicaciones sociales de su trabajo. Creemos que tenemos una especial responsabilidad al respecto, precisamente porque somos quienes mejor podemos calibrar el alcance de nuestro trabajo más allá de cómo quede recogido en las publicaciones científicas.
La ciencia sufre de esos y de otros males; son males serios y de graves consecuencias. Las que afectan, con carácter general, al desarrollo del conocimiento son evidentes. Pero esas no son las únicas. También hay consecuencias prácticas de gran trascendencia. En los Estados Unidos se estima que la investigación preclínica no reproducible tiene un coste anual de 28 mil millones de dólares y, por supuesto, retrasa el desarrollo de tratamientos que salvan vidas humanas y mejoran la calidad de vida. Es de suponer que en el resto de potencias científicas las cosas estarán, en su correspondiente proporción, más o menos igual.
Hay investigadores que son reticentes a abordar de forma abierta estas cuestiones, porque temen que pueden conducir a un debilitamiento de la empresa científica porque la sociedad deje de confiar en los científicos. Creo que se trata precisamente de lo contrario. La opacidad sería contraproducente. Una herida que se cierra sin haberla limpiado debidamente, se cierra en falso porque cultiva la infección en su interior y antes o después, aflorará. La vía más eficaz para sanar los males pasa por conocerlos y buscar las medidas para combatirlos. No hay que ser tan ingenuo como para pensar que muchos de los problemas aquí expuestos tienen una solución definitiva. Ningún problema complejo suele tener soluciones definitivas y, desde luego, nunca son soluciones simples. De lo que se trata es de conseguir un funcionamiento de la empresa científica razonablemente mejor que el actual, más sano, con mejores resultados, más eficiente, y que se base más en la realización de interesantes trabajos que en la producción de ingentes cantidades de artículos.
Pero a la vez que han de preocuparnos los males, también debemos congratularnos de que sea la misma comunidad científica la que está tratando de aportar soluciones. Porque han sido científicos profesionales quienes han investigado y dado a conocer las patologías que aquejan a la práctica científica. Han sido científicos profesionales y organizaciones científicas las que han propuesto medidas para afrontar los problemas y resolverlos. Y algunas revistas científicas están adoptando medidas para incentivar la transparencia y la reproducibilidad de los resultados. Esas son las buenas noticias.
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Dados los dilemas vistos en la anotación anterior y otros que no se han recogido aquí, no dejan de hacerse llamadas de atención, tanto desde la propia comunidad científica, como desde fuera de ella, advirtiendo de la necesidad de actuar con prudencia y en algún caso, de establecer moratorias al uso de ciertas tecnologías hasta no tener maás garantías acerca de su inocuidad.
Con carácter general, y en el marco de su tesis doctoral sobre el entramado de ciencia y valores, Menéndez Viso (2005) propone recuperar la noción aristotélica de prudencia (phronesis) para relacionar lo que sabemos y lo que debe hacerse. Propone que la prudencia inspire las decisiones que toman los científicos y quienes hayan de aplicar los productos de la ciencia.
En este terreno, ya desde los años setenta del siglo pasado se ha propuesto la aplicación del llamado Principio de Precaución (PP) a la hora de tomar decisiones relativas a la aplicación de las técnicas objeto de controversia.
El Principio de Precaución empezó a tener reconocimiento jurídico de orden internacional cuando la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la Carta Mundial de la Naturaleza. El Protocolo de Montreal lo incorporó en su formulación en 1987. Y a partir de ese momento tuvo acogida en diferentes tratados internacionales (Declaración de Río y Protocolo de Kioto). También se ha ido incorporando a diferentes legislaciones nacionales.
La necesidad de que quien toma las decisiones anticipen el daño que puede causar una actuación antes de que ocurra. Esta idea lleva implícito el cambio de la carga de la prueba, porque es quien propone la actuación quien ha de demostrar que no causará daño o que es muy improbable que lo cause.
La proporcionalidad entre el riesgo y los costes y viabilidad de la acción propuesta
El problema de este principio es que hay numerosas y muy diversas formulaciones del mismo, lo que es indicativo de la dificultad real para objetivar y acordar una definición. A pesar de ello, ha tenido reflejo en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea y en la legislación de algunos de sus estados. El Consejo de Europa lo define así:
Cuando una evaluación pluridisciplinaria, contradictoria, independiente y transparente, realizada sobre la base de datos disponibles, no permite concluir con certeza sobre un cierto nivel de riesgo, entonces las medidas de gestión del riesgo deben ser tomadas sobre la base de una apreciación política que determine el nivel de protección buscado.
El problema es que es una definición ambigua. La expresión “cierto nivel de riesgo” -que puede tener consecuencias de muy largo alcance- no puede ser más indefinida. Dado que también señala que las medidas han de tomarse “sobre la base de una apreciación política”, en última instancia han de ser criterios de carácter político los que se utilicen a la hora de tomar las decisiones que corresponda.
Y de acuerdo con la fórmula recogida en la web del Parlamento Europeo, este principio habilita a quienes han de tomar decisiones para adoptar medidas de precaución tempranas cuando las pruebas científicas acerca de un peligro para el ambiente o para la salud humana son inciertas y el riesgo es alto.
Holm y Stokes (2012) reconocen la existencia de ese déficit de definición, lo que genera un amplio margen para su aplicación. En sus formulaciones más exigentes el PP es incoherente con la ciencia de la evaluación de riesgos, socava el valor del conocimiento experto y establece objetivos de riesgo 0 nada realistas. También se ha argumentado que es irracional, puesto que su aplicación llega a impedir que se realicen las investigaciones necesarias para establecer los riesgos de forma científica. Otros hemos criticado sus formulaciones más exigentes por la inversión de la carga de la prueba que conlleva, recuperando a estos efectos la filosofía de la llamada prueba diabólica.
Para quienes se oponen al PP, la ambigüedad en su formulación abre un boquete para la toma arbitraria de decisiones. Sus defensores, sin embargo, sostienen que esa ambigüedad es positiva, porque promueve la flexibilidad y la responsabilidad.
Una de las críticas más sólidas que se ha hecho al Principio de Precaución es que su aplicación puede generar costes de oportunidad que acaben causando un daño muy superior al que se pretendía evitar. De hecho, y dado que exige que la carga de la prueba recaiga sobre quien se propone desarrollar o implantar algo nuevo, y no sobre quien trata de impedirlo, sesga la toma de decisiones contra la implantación de nuevas tecnologías. Invenciones y desarrollos tecnológicos como los automóviles, por ejemplo, no habrían quizás superado la prueba de acuerdo con la definición del Consejo de Europa.
Algunos creen que, teniendo en cuenta la magnitud de los beneficios que han reportado las invenciones, la ciencia, la tecnología, en suma, la cultura, a la humanidad, la cautela también podría aplicarse en un sentido diferente. Sostienen que quizás no debería ir dirigida a limitar de forma severa el desarrollo de lo nuevo, sino que debería utilizarse de forma mucho más equilibrada. Al fin y al cabo, la posibilidad de resolver los problemas que la humanidad deba afrontar sólo dependerá de saber cómo hacerlo. Nuestras principales limitaciones son las que se derivan de la ignorancia. Por eso, creen que limitar las posibilidades de irle ganando terreno a la ignorancia puede tener efectos muy negativos.
No son dilemas fáciles. Basta recordar la tragedia de la talidomida, o los efectos del amianto, graves problemas de salud que podían haberse evitado si se hubiese sido más cauteloso en determinadas ocasiones. Pero ello no obsta para tener presente que la cautela debe tener también doble filo: además de para limitar o prohibir, también podría aplicarse para desarrollar y permitir. La evaluación de las novedades debe, por ello, ser lo más equilibrada posible, contemplando riesgos y beneficios, y tratando de evitar que la carga de la prueba recaiga siempre en quien propone alguna innovación.
Hay quien ha formalizado estas cuestiones y les ha dado un tratamiento teórico. De ahí ha surgido lo que denominan el principio de proacción. Esta idea, propuesta por el transhumanista Max More, consiste en una especie de reverso del principio de precaución y consiste en “asumir los riesgos de acuerdo con la ciencia disponible y no la percepción popular” y tener en cuenta no solo los impactos de una tecnología sino los beneficios que se pierden en el caso de no ponerla en marcha.
Para concluir, nos ha parecido de interés traer aquí la idea formulada de manera reciente por la matemática Hannah Fry, quien propone que quienes trabajan en matemáticas, ingeniería informática, ciencia y tecnología deberían hacer una especie de juramento hipocrático, en virtud del cual se comprometerían a pensar de forma rigurosa acerca de las posibles aplicaciones de su trabajo, y obligarse a sí mismos a desarrollar aquellas acerca de las cuales tengan suficientes garantías de que no serán perjudiciales para la sociedad. No es la primera iniciativa en ese sentido (aquí y aquí otras), pero es reciente y está formulada de acuerdo con un procedimiento ya utilizado en el campo de la medicina.
Nada de esto es fácil.
Fuentes:
Holm, S, Stokes E (2012): Precautionary Principle, in Encyclopedia of Applied Ethics, Vol III, pp.: 569-575, 2nd edition, Academic Press, London
Menéndez Viso, A (2005): Las ciencias y el origen de los valores. Siglo XXI.