El ser humano comenzó a experimentar el sonido con su propio organismo, ya sea mediante el canto, el silbido o la percusión corporal. Cuando fue desarrollando herramientas para ayudarse en diversas acciones, ideó asimismo artefactos para producir sonido de manera externa y estos son los instrumentos musicales. Así, descubrió las posibilidades acústicas de cuerdas y membranas tensas, de objetos rígidos entrechocados o de tubos y cavidades sonoras puestas en resonancia. De ahí fueron derivando las familias instrumentales actuales: de cuerda, de viento, de membrana o de elementos rígidos, llamados modernamente idiófonos; las dos últimas conforman la familia tradicional de la percusión.
La utilidad primordial de los primeros instrumentos se concibió de manera más funcional que artística. Por ejemplo, algunos fueron diseñados para la emisión de señales de aviso, práctica habitual en el uso militar de los instrumentos de embocadura o tipo trompeta. En otras ocasiones, pese a sus posibilidades sonoras, su uso estaba subordinado a una finalidad ritual, como parece ser el caso de las liras bovinas del milenio III a.C. encontradas en Mesopotamia, en las Tumbas Reales de Ur, de las que La Figura 1 muestra un ejemplo.
Figura 1. Lira bovina sumeria reconstruida (c.2600 a.C., The British Museum, Londres)
En lo que respecta a los instrumentos europeos, no es hasta el s.XVI cuando podemos hacernos una idea más precisa de sus posibilidades sonoras. Ello se debe a la escasez de ejemplares conservados con anterioridad y de partituras con indicaciones detalladas de su ejecución. Así, incluso la música instrumental medieval la conocemos por medio de aproximaciones. Es a partir de ese momento cuando se ha ido definiendo la tradición occidental, con composiciones para instrumentos solistas, grupos de cámara, orquesta y conjuntos diversos que han conformado el repertorio. El célebre cuadro de Caravaggio de la Figura 2 muestra diversos instrumentos característicos de esta tradición occidental: el laúd, el violín, la flauta de pico y el pequeño clave (espineta).
Figura 2. Michelangelo Merisi da CARAVAGGIO (1571-1610): El tocador de laúd (c.1596, Wildenstein Collection, NY)
No obstante, la aventura de los instrumentos musicales no se ha quedado solo en estos logros excelsos, sino que a ellos es oportuno añadir el refinamiento sonoro alcanzado en culturas como Irán, India o China. Por otra parte, no hay que olvidar el extraordinario desarrollo del canto, el instrumento natural del ser humano, practicado en todo el mundo en innumerables variedades de estilo. De todas ellas, el canto lírico es para Europa el más representativo, caracterizado por el uso de resonadores naturales para lograr una proyección sonora capaz de llenar un teatro.
Esta sucinta mención histórica es preciso concluirla con al menos una mera mención a los instrumentos electrófonos. Llevan ya décadas de desarrollo y, sin duda, van a constituir las herramientas primordiales para la generación de sonido en el futuro.