MUNDOS CERRADOS. FUTUROS ABIERTOS

La irrupción del Covid-19 somete a las “seguras” sociedades desarrolladas a criterios de complejidad, fragilidad y vulnerabilidad. Mi hipótesis es que el Covid-19 no descubre nuevos hechos, sino que radicaliza tendencias y tensiones que ya definían el mundo.

El nuevo tiempo diseña espacios de confrontación y los cambios asumen con radicalidad: i) los sentidos de la historia; ii) la incertidumbre; iii) la complejidad de lo inesperado; iv) las formas de desorganización que suscitan vulnerabilidad y fragilidad; v) el caos y la entropía.

La explicación se aborda desde ideas y dimensiones que captan el mundo desde las miradas que ofrecen la interdependencia, la aceleración y la velocidad bajo el axioma de que el cambio se explica mediante el cambio.

El poder y las disonancias de la 4ª Revolución Industrial, la expansión de lo global, el impacto de Asia, la reubicación de la desigualdad y las mutaciones del mensaje democrático, configuran las características que canalizan el nuevo siglo. Las dos preguntas que se nos plantean son: ¿Qué nos ata y conecta? ¿Cómo y quienes somos?

  1. El Poder de la Tecnología

La 4ª Revolución Industrial se expande desde la seguridad del conocimiento tecnológico. El imperativo tecnológico promueve algunas consecuencias; fragmenta las sociedades, ubica la desigualdad y eso repercute en la seguridad en el empleo y en los sentidos del trabajo. Si las tecnologías digitales transforman este mundo, la tesis es concluyente: las tecnologías avanzan, pero muchas cualificaciones, individuos y organizaciones quedan rezagados. La fabricación avanzada y la Industria 4.0 definen nuevos territorios productivos, se dotan de reglas, crean el discurso de la nueva lógica productiva y su retórica llena los rincones para los que quieren ser y estar en este tipo de sociedad. La competitividad y la productividad son las dos razones significativas y las que tienen más peso en el proceso de digitalización (Brynjolfsson/ MacAfee, 2013; 2014). El conocimiento tecnológico mediante la automatización, la robotización y la digitalización innova las fuentes de la productividad y la competitividad, y transforma el panorama humano de la fábrica (T. Cowen, 2014; R. Baldwin, 2019). Lo que los científicos sociales temen (P.Collier, 2019) es qué puede ocurrir si se reduce la necesidad del trabajo humano a causa de la divergencia entre productividad y empleo. No se sabe bien cómo enfrentarse a las consecuencias.

A. Deaton (2016) celebra la tesis del “gran escape” y explica cómo crear condiciones explícitas que fomenten el desarrollo económico y la movilidad social ascendente. Años más tarde publica, junto a A. Case (2020), “Muertes por Desesperación y el Futuro del Capitalismo” y profundizan en los fracasos del “gran escape”. La revolución digital promueve disonancias y nuevas formas de entender la vida laboral pero no ofrece rutas alternativas cuando los sujetos no disponen de conocimiento técnico y formación tecnológica para penetrar en la autopista laboral.

Dice R. Sennett (2001) en “La Corrosión del Carácter”, refiriéndose al trabajo, que el lema que se maneja más es: “nada a largo plazo”. Allá donde se constituye la sociedad big tech, emergen y promueven territorios plagados de disonancias donde el indicador significativo es la creación de la sociedad auxiliar que acoge empleos necesarios, estratégicos -limpieza, hostelería, logística, cuidados, servicios al cliente- pero menos especializados, temporales, mal pagados y alejados de los usos del talento tecnológico. Las disonancias de la 4ª Revolución Industrial no son consecuencias imprevistas, forman parte de actividades básicas de la sociedad tecnológica.

De hecho, las fuerzas de la cognosfera están relacionadas con la digitalización. En la práctica, internet no depende de los discursos que se hacen sobre las bondades o los abusos sino de la estructura material que la mantiene. No hay nada utópico (N. Fergusson, 2018) en la propiedad de la infraestructura o en los pactos que explican por qué las plataformas web producen tantos beneficios. El análisis de la estructura material (S. Zubhoff, 2020) de la propiedad de Facebook, Google, Microsoft, Apple o Amazon, están a años luz de la ideología democrática o participativa. Se las compara (N. Fergusson, 2018) con el sistema que proporciona herramientas de producción, pero concentra las recompensas en manos de la minoría. En Facebook, por ejemplo, “el usuario es el producto” y la comunidad de ciudadanos que prometen los discursos de la elite experta chocan con las estructuras materiales que gestionan las empresas tecnológicas.

Hay detalles a tener en cuenta; la revolución de las tecnologías de la información es el logro liderado por Estados Unidos, con la contribución de gentes llegadas de todo el mundo a las mecas del saber tecnológico: Silicón Valley, la Ruta 127 (N. Fergussson, 2018, 479). Las empresas tecnológicas dominantes son estadounidenses y poseen una preponderancia extraordinaria, lo que se traduce en enormes sumas de dinero. Frente a la transformación estructural, las sociedades tienen, básicamente, dos opciones: i) capitular, regular o excluir; ii) competir. Los europeos eligen la primera opción, los asiáticos intentan competir, la propuesta asiática planta cara a los usos de la tecnología de origen estadounidense.

  1. Lo Global y la Desigualdad

La globalización abre el mundo y emergen la sucesión de países y fronteras alineadas sobre los cuatro puntos cardinales. R. Kaplan (2019) ordena el mundo y lo describe en “El Retorno del Mundo de Marco Polo”. La tesis (R. Kaplan, 2019, 17) es que “Europa desaparece y Eurasia se cohesiona. El supercontinente se está convirtiendo en una unidad de comercio y conflicto fluida y reconocible al tiempo que el sistema de Estados surgido de la paz de Westfalia se debilita, y que ciertas herencias imperiales más antiguas -la rusa, la china, la iraní, la turca- vuelven a adquirir preeminencia”. Las Nuevas Rutas de la Seda (P. Frankopan, 2019) o El Corazón del Mundo (P. Frankopan, 2015), presentan otras formas de estar interconectadas para regresar a lugares de los que nunca habían salido, lo que pasa es que la geografía global pide protagonismo y espacio público.

Siguiendo los trabajos empíricos de A. Deaton (2015; 2020), B. Milanovic (2017; 2020) y T. Piketty, (2014; 2019), puede decirse que la esperanza de vida pasa de la media de alrededor de 26 años, en 1820; a 72 años en 2020. A comienzos del siglo XIX, la mortalidad infantil golpeaba al 20% de la población de los recién nacidos durante el primer año de vida. La cifra no alcanza el 1% en la actualidad. Si se centran en las personas que sobreviven al primer año de vida, la esperanza pasa de alrededor de 32 años en 1820 a 73 años en 2020. Si se toman estos indicadores a largo plazo, la mejora es indudable. Pueden encontrarse épocas y países en los que la esperanza de vida registra descensos, incluso en tiempos de paz; es el caso de la Unión Soviética durante los años setenta del siglo XX o los EEUU en la década del 2010. Pero, a largo plazo, la mejora es relevante. La humanidad goza de mejor salud de la que nunca antes había tenido, con acceso a la educación y la cultura como en ningún otro momento de la historia. Apenas el 10% de la población mundial mayor de 15 años estaba alfabetizada a comienzos del siglo XIX, frente a más del 85% en la actualidad. La media de la escolarización pasa de menos de un año hace dos siglos a más de ocho en la actualidad y a más de 12 en los países desarrollados.

Se asiste al incremento de las desigualdades en las regiones del mundo desde 1980-1990. Los niveles de renta comprendidos entre los percentiles 60 y 90 de la distribución normal, es decir, los que no están entre los más bajos, ni entre el 10% de los ingresos más elevados, intervalos que corresponden a las clases medias y populares de los países ricos, son las olvidadas del crecimiento mundial durante el periodo 1980-2018. En cambio, el crecimiento beneficia a otros grupos; por una parte, a los hogares pobres o emergentes y, por otra a los hogares ricos de los países ricos del planeta, que han sido los grandes beneficiados; esto es, el 1 por ciento de los hogares con ingresos más elevados del mundo y, especialmente, el 0,1 por ciento y 0,01 por ciento más rico. Si la distribución mundial de la renta estuviese en equilibrio, la curva debiera ser plana. Las desigualdades disminuyen entre la parte baja y media de la distribución, mientras que aumenta en su parte media y alta. B. Milanovic (2017, 33) lo describe de la siguiente manera: “los grandes ganadores han sido las clases pobres y medias de Asia y los grandes perdedores han sido las clases medias bajas del mundo rico”.  Las condiciones objetivas de las rentas son inapelables (B. Milanovic, 2017, 37/60); el 44% de las ganancias absolutas han ido a manos del 5% de la gente más rica del planeta, y casi un quinto del incremento real lo recibió el 1% más rico. Por el contrario, las personas de la clase media emergente, sólo han recibido entre un 2 y el 4% del aumento global, en total alrededor del 12%- 13%.

Las consecuencias, como recoge el sociólogo alemán O. Nachtwey (2017,115), es que la desigualdad genera varias zonas: i) la de la integración, ii) la vulnerabilidad y; iii) la desafiliación o desacoplamiento. En la primera predominan las relaciones laborales normales y las redes sociales están intactas. En la zona de vulnerabilidad, predomina el trabajo inseguro y se erosionan la seguridad subjetiva y las redes sociales. En la zona de la desafiliación están los grupos excluidos de la participación social en casi todos los aspectos, lo que señala que el incremento de la inseguridad produce miedo. Escribe H. Bude (2017) que el miedo constituye la realidad anímica de las capas medias en nuestra sociedad. Padecen miedo los que tienen algo que perder y creen tener la idea hecha de lo que les puede pasar si toman elecciones equivocadas o se sienten inseguros en el puesto que ocupan en la escala social. Las inseguridades se acrecientan si notan que no ascienden, si se estancan, o peor aún, si se les empuja escalera abajo. El motivo de estos hechos se encuentra en la pérdida de referencias porque pese a contar con certificados sólidos, los ciudadanos se sienten desprotegidos y vulnerables como si se hubiera roto la cohesión entre la aspiración a la autonomía y el vínculo comunitario.

  1. Democracia y Desigualdad

Los conflictos del futuro no van a estar tanto relacionados con el establecimiento de nuevas fronteras sino con el control de las conexiones y las cadenas de suministros (P. Khanna, 2017). Las economías se abren y compiten, pero no conforme a reglas conocidas, emergen consensos que respaldan otras fricciones y generan ventajas para el país que acepta los retos de la productividad y la competitividad y preservan las bases de la industria y el empleo, aun cuando no sean capaces de optimizar con todas sus consecuencias la rentabilidad. Algunos datos relevantes que se desprenden de la disposición de la economía son el crecimiento del populismo y el regreso al valor y el sentido que proporcionan las identidades nacionales. Las respuestas trasmiten la impresión de que se vislumbra el punto y final de la política tradicional, las formas de la democracia liberal o del tipo de Estado que hemos conocido en las últimas décadas de modo que permite decir, al modo como se expresara T. Judt, (2010), “algo va mal”.

Fundamenta Y. Mounk (2018, 186) que el mundo de hoy, políticamente inestable, es distinto del mundo estable de antaño. Hubo un tiempo -dice- en que las democracias liberales podían garantizar a los ciudadanos el rápido incremento del nivel de vida. Hoy ya no pueden. Hubo un tiempo en que la elite política controlaba los medios de comunicación más importantes y realmente podía excluir las opiniones radicales del ámbito público. Hoy cualquier voz política marginal puede difundir mentiras a través de las redes sociales. Y hubo un tiempo en que la homogeneidad -o cuando menos, cierta jerarquía racial pronunciada- de la ciudadanía eran el elemento aglutinante esencial de las democracias liberales. Hoy los ciudadanos tienen que aprender a vivir en democracias más iguales y diversas. El vínculo entre la situación económica y la estabilidad política es más complejo de lo que suele pensarse. La ansiedad económica está causada tanto por lo que se espera del futuro como por la situación del presente.

En un libro clarificador, “Buena Economía para Tiempos Difíciles”, los premios nobel de economía, A.V. Banerjee/ E. Duflo, (2020, 13/14) dibujan el cuadro de adversidades y expectativas. El inicio del libro es una ventana al mundo: “Vivimos -dicen- en una época de polarización creciente. De Hungría a India, de Filipinas a Estados Unidos, de Reino Unido a Brasil, de Indonesia a Italia, el debate público entre la izquierda y la derecha se ha vuelto cada vez más un ruidoso intercambio de insultos, en el que las palabras estridentes, usadas de manera gratuita, dejan muy poco espacio a los cambios de opinión. Lo que hace que la situación actual sea particularmente preocupante es que el espacio para ese debate parece estar reduciéndose. Parece que hay una tribalización de las opiniones, no sólo sobre política, sino sobre cuáles son los principales problemas sociales y qué hacer con ellos”.

Las preguntas-preocupación de estos dos premios nobel son claras (2020, 15): “En la crisis actual, las preguntas sobre economía y políticas económicas son centrales ¿Se puede hacer algo para estimular el crecimiento? ¿Debería ser eso siquiera una prioridad en el Occidente rico? ¿Y qué más? ¿Qué pasa con el rápido incremento de la desigualdad en todas partes? El comercio internacional, ¿es el problema o la solución? ¿Cuáles son sus efectos en la desigualdad? ¿Cuál es el futuro del comercio? ¿Pueden los países con costes laborales más baratos llevarse la manufactura global de China? ¿Y qué ocurre con la inmigración? ¿Hay realmente demasiada migración poco cualificada? ¿Y las nuevas tecnologías? Por ejemplo, ¿deberíamos preocuparnos por el auge de la inteligencia artificial (IA) o celebrarla? Y, tal vez lo más urgente, ¿Cómo puede ayudar la sociedad a todas esas personas a las que los mercados han dejado atrás?”.

B. Milanovic (2020) sugiere otros espacios de meditación. El primero es el establecimiento del capitalismo, no sólo como sistema socioeconómico dominante, sino como el único sistema del mundo. El segundo el equilibrio del poder económico entre Europa y Norteamérica, por un lado, y Asia, por otro, debido al auge experimentado por este último continente. Por primera vez desde la 1ª Revolución Industrial, las rentas de los habitantes de estos tres territorios son cada vez más similares. El dominio incontestado del modo de producción capitalista tiene su equivalente en el criterio ideológico igualmente incontestado que considera que el lucro no sólo es respetable sino el objetivo más importante de la vida del individuo, es el incentivo que entienden las personas de todos los rincones del mundo y de todas las clases sociales. El dominio del mundo ejercido por el capitalismo se logra con dos tipos distintos: el capitalismo meritocrático liberal que desarrolla Occidente a lo largo de los últimos doscientos años y el capitalismo político o autoritario dirigido por el Estado ejemplificado en China, aunque existe en otros lugares de Asia (Singapur, Vietnam, Birmania) y en algunos otros de Europa y África (Rusia, Asia Central, Etiopía, Argelia o Ruanda, como ejemplos).

A lo largo de las últimas cuatro décadas, los cinco países más grandes de Asia juntos (excluida China) han tenido tasas de crecimiento per cápita más altas que las economías occidentales, y la tendencia no es fácil que cambie. En 1970, Occidente era responsable del 56% de toda la producción mundial y Asia (incluida Japón) solo del 19%. Hoy la proporción es del 37% y el 43% respectivamente.

  1. La Democracia y sus Dificultades

La obra de Homes, S/ Krastev, I, “La Luz que se Apaga” (2019) es una buena introducción a los “caprichos de la época” y a la explicación de la extrema debilidad que en algunos países arrastra la democracia liberal. Es revelador -tal y como explican los dos autores citados- que el modo en que las democracias se atrofian se transforme en uno de los temas que preocupan a los académicos liberales en la actualidad. El ideal de “sociedad abierta” pierde parte del lustre. Para muchos ciudadanos desilusionados, la apertura del mundo ofrece hoy mayor espacio al desasosiego que a la esperanza. Una parte de la población occidental cree que la vida de sus hijos será menos próspera que la suya, como si la fe en la democracia se hubiese ido a pique y como si los partidos del sistema se desintegrasen o se vieran desplazados por movimientos políticos híbridos o amorfos. Atemorizado por el fantasma de la migración a gran escala, una parte del electorado occidental se deja seducir cada vez más por retóricas xenófobas, líderes autoritarios, la idea de fronteras militarizadas y el regreso al hogar nacional.

Hay que distinguir entre la imitación de los medios y la de los objetivos. La imagen que retrata el modelo de imitación es notable, como dicen Krastev/Holmes: “En el mundo que sigue a la guerra fría, aprender inglés, pasearse con una copia del Federalista vestido de Armani, celebrar elecciones y jugar al golf permite a las elites no occidentales, no solo hacer que sus interlocutores occidentales se sientan cómodos sino, además, afirmar ante ellos sus derechos económicos, políticos y militares”.

La tesis de Holmes y Krastev es que la occidentalización copycat es el camino más rápido hacia la reforma. La imitación se justifica como el retorno a Europa, lo que significa el regreso al auténtico yo de la región. No sólo se imitan los medios sino también los fines; no solo los instrumentos técnicos sino, además, las metas, los objetivos, los propósitos y las formas de vida. Esta es la forma de emulación inherentemente cargada de estrés y controversias que, según las tesis de los dos autores, ayuda a desencadenar la revuelta antiliberal actual. El modelo que imitan es el ofrecido por el vecino occidental. El punto de confrontación se produce por la vergüenza de haber reorientado las preferencias para amoldarlas a la jerarquía de valores foráneos y de hacerlo además en nombre de la libertad, soportando miradas por encima del hombre por la supuesta incompetencia en este intento. Estas son las emociones y experiencias que alimentan la contrarrevolución liberal comenzada en la Europa poscomunista, en concreto en Hungría, y que ahora se propaga como si hiciese metástasis por todo el mundo.

La perspectiva de G. Empoli (2020) expresa la controversia desde el trabajo político de los “ingenieros del caos”. En la situación que describe, el objetivo es identificar los temas que importan para explotarlos a través de campañas de comunicación individualizada. La ciencia de los físicos permite crear campañas contradictorias, coexistir sin conflicto y sin reunirse en ninguna ocasión hasta el momento de la votación. En los nuevos contextos, la política se vuelve centrífuga. No se trata de unir a los votantes en torno al mínimo común denominador, sino de inflamar las pasiones de tantos grupos como sea posible y sumarlas luego, incluso sin el conocimiento de los implicados. Las inevitables contradicciones contenidas en los mensajes dirigidos a unos y otros permanecerán en cualquier caso invisibles a los ojos de los medios de comunicación y el público en general.

La política cuántica que anuncian los “ingenieros del caos”, está repleta de paradojas; los multimillonarios se convierten en abanderados de la indignación de los desposeídos, los responsables de las políticas públicas hacen de la ignorancia virtud, los ministros desafían los datos de su propia administración. El derecho a contradecirse y a marcharse se ha convertido, para los nuevos políticos, en el derecho a contradecirse y permanecer en el cargo, al apoyar una cosa y lo contrario en una sucesión de tuits y de entradas que dicen una cosa y minutos o días después lo contrario, todo queda registrado, pero nunca se registra lo mismo, la coherencia ni está ni se la espera, lo que interesa es conectar, ajustar la opinión cuántica a la masa crítica que le apoya. No es el juego de la verdad, también el de la mentira; éste sin barreras ni fronteras, importa que fluya la información, se mueva, vaya y vuelva, aunque no se deposite en ninguna parte; importa que esté, se oiga y se vea. La coherencia y el sentido de la verdad no están entre los objetivos buscados ni perseguidos.

Las dos tesis citadas miran el presente como si la historia tuviese que pagar peaje por su desarrollo. La democracia liberal encuentra al antagonista en la historia que promueve y en los procesos que la atraviesan, pero la historia que resulta no demuestra ser capaz de digerirla, no se puede hablar de fracaso del proyecto liberal sino de la realización de proyectos históricos que chocan con nuevos icebergs que acuden dispuestos a modificar el recorrido y los objetivos que la historia de la modernidad no había previsto.

  1. El Mundo Abierto del Covid-19

Sobre la realidad sintéticamente descrita emerge un suceso inesperado: el Covid-19. El 14 de marzo del 2020 es una fecha histórica, ese día se decreta el confinamiento de la población para evitar la propagación del coronavirus y el colapso del sistema sanitario, antes de esa fecha el virus no existe en la vida de los ciudadanos, pero en poco más de 24 horas todo cambia. El proceso se caracteriza por los siguientes hechos: i) la vida se interioriza como un experimento; ii) el virus afecta a la vida cotidiana, la pone “patas arriba”; iii) se decreta el cierre del sistema productivo, si se exceptúan los considerados como sectores básicos; iv) es un fenómeno global, prácticamente no hay ningún país en el mundo que quede fuera de la pandemia; v) el impacto demuestra que las sociedades complejas son muy vulnerables; vi) la incertidumbre, la inseguridad y la desconfianza acompañan a la expansión y a la penetración del virus; vii) el miedo y el temor se propagan entre los sectores sociales más vulnerables; viii) se acude y se ofrece reconocimiento al conocimiento científico y a la ciencia; ix) se aporta información cualificada para evitar contagios: higiene de manos, distancia física, uso de mascarillas; movilidad reducida; x) se decretan medidas basadas en diversas formas de prohibición, desde las que impactan en espacios tradicionales de socialidad: bares, restaurantes, txokos, tabernas, conciertos, fútbol, cine, espectáculos; xi) se desaconsejan o prohíben fórmulas básicas de cortesía social basadas en el contacto físico y la cercanía personal y afectiva: saludos efusivos, besos, abrazos, etc.; xii) se cierra una parte sustancial del sistema productivo; xiii) se impide el tránsito por las fronteras; xiv) el confinamiento dentro de la vivienda de cada cual es la norma de vida y; xv) se cierra el mundo global, se paraliza el turismo, se paran aviones y aeropuertos, se cierran las agendas de trabajo y contactos al uso y los hospitales o se colapsan o tienen fuerte carga de trabajo.

La incertidumbre crea el terreno de juego desde donde se representan el miedo y el temor a lo desconocido. Los cambios no están definidos ni provocados de antemano y no tienen nada que ver con los síntomas que se definían con anterioridad desde las teorías al uso del cambio. El concepto de normalidad se cae del listado de las orientaciones sociales y a lo anormal se le dispensa trato de apariencia normal. Los criterios de lo anormal ocupan el territorio de las referencias básicas y la incertidumbre se hace cargo de escribir el guion que orienta la vida. El cuadro de respuestas es frágil, débil y está sometido a escrutinio cotidiano como si el lema que lo rigiese fuese: todo es posible.

Otra característica es la aceleración y la velocidad de la epidemia. Los efectos sociales del virus siguen la ley del cambio; la estabilidad dinámica (H. Rosa, 2019, 518). La sociedad se estabiliza dinámicamente y, por tanto, depende sistemáticamente del crecimiento, la innovación y la aceleración para conservar y reproducir la estructura. Los conceptos de crecimiento, aceleración e innovación de un único proceso de dinamización puede definirse, a su vez, como el instrumento de la cantidad por unidad de tiempo”.

El ritmo, la velocidad, el grado de aceleración o la transmisión siguen la infraestructura construida por los poderes globales, el virus se aprovecha de la arquitectura imperfecta para que la globalización renueve el espíritu de conquista como si los amplios brazos llegasen a todos los rincones del mundo para dictar el poder de pertenencia al club. Estas situaciones demuestran dos cosas; i) lo público es insustituible; ii) el regreso del Estado. Si alguna vez se barajó la tesis de la debilidad o incluso la crisis del Estado-nación, el tratamiento de la pandemia pone de relieve que ésta es débil e insuficiente. La pertenencia, la protección y la seguridad que ofrece se erigen como los baluartes incontestables frente al poder de la incertidumbre que provocan sucesos de esta naturaleza, el miedo y temor que encapsulan la capacidad de reacción de muchos colectivos sociales que levantan la mano para preguntar: ¿Quién se ocupa de mí? La respuesta es, el Estado.

Las transformaciones no se quedan en el redescubrimiento del poder, la necesidad del sistema público o la emergencia del Estado como actores viables del gobierno de cada sociedad, las mutaciones emergen también alrededor del poder de la tecnología. Nada queda fuera de la IA, diría más, el mundo quizá será otro porque permite radicalizar y acelerar lo que de hecho ya está, pero el control de masas y las enfermedades a través de sistemas de control instalados en móviles, el seguimiento personalizado, el conocimiento sobre quién está sano y quién no, la historia de los contactos personales, el reconocimiento de los lugares por donde transita, a dónde vas o de dónde vienes queda en manos del poder tecnológico, todo lo que necesitas es tener instaladas las aplicaciones que existen en el mercado. El control de masas no plantea dificultades técnicas, otra cosa es la vulneración en la protección de datos, el impacto que puede tener en los sistemas de control o la permisividad de la ciudadanía para soportar sistemas tecnológicos instalados que ofrecen las pautas de los sistemas de seguimiento de las actividades cotidianas.

Pero si hay un capítulo pendiente de escribir sobre lo que la “pandemia se llevó” tiene que ver con el momento en el que “nos desnudó”, nos hizo más frágiles y dejó sin respuestas muchas preguntas que creímos que estaban resueltas, pero no nos agarremos a la falta de respuestas o que no se transforme la incertidumbre en el recurso que descubre la pandemia y en el hecho que puede explicarlo casi todo. Recuérdese -tal y como he mantenido- que las dudas y la incertidumbre estaban antes de que llegase marzo del 2020 y con él la Covid-19, ocurre que ahora se puede ver que estamos más en precario de lo que se creyó y culturalmente bastante desnutridos, como si el liberalismo de normas y costumbres no ofreciera el cobijo suficiente porque, de hecho, no estaba pensado para esto.

El individualismo, la socialidad de la que hace gala o la permisividad de la vida pública no se llevan bien con la disciplina sociocultural requerida en estos casos, ni dispone de las virtudes cívicas que requieren para tratar con algunas de las medidas creadas para controlar la expansión de la pandemia. La Covid-19 es un problema médico, sanitario, económico y político pero sus preguntas y sus respuestas están también ligadas al sistema cultural que vincula y define los estilos de vida, adecuarlos a los nuevos escenarios y a las formas de vida propias de estadios de confinamiento son claves para frenar la pandemia. Saber cómo somos, qué hacemos o cómo se resuelven las discrepancias entre el sistema de prohibiciones y las afirmaciones identitarias de los grupos sociales, forma parte de la resolución de los problemas que se interrogan sobre el desarrollo de la pandemia.

  1. Conclusiones

Las ideas expresadas parten del hecho de que la era post pandemia ya está aquí. Se definen por los siguientes hechos: i) la vida se exprime como si fuese un experimento; ii) está diseñada y comprendida desde la complejidad; iii) se visibiliza desde la vulnerabilidad; iv) la fragilidad de instituciones básicas se impone frente a cualesquiera otros referentes sólidos; v) juega un papel significativo el valor de lo inesperado; vi) asume la incertidumbre porque todo lo que emerge deja preguntas sin respuestas; vii) regresa, aunque nunca se hubiese ido, el conocimiento experto. La ciencia y “los que saben” ocupan los espacios sociales y mediáticos, opinan y construyen opinión pública cualificada; viii) asume el poder y las razones de la tecnología, recuerda que en la era tecnológica el poder es del algoritmo, la inteligencia artificial, el transhumanismo o la Singularidad, amén de la digitalización, la robotización y la automatización, que emergen como los soportes del nuevo mundo y los menús que presiden la 4ª Revolución Industrial -o ¿quizá ya se prepara la 5ª?; ix) la velocidad y la aceleración del cambio transforman la adaptación y la flexibilidad como las respuestas a las transformaciones; x) las conexiones, interconexiones e interdependencias son la metodología para entrar y participar de las redes del presente; xi) la globalización, los flujos económicos, las cadenas de suministros y las redes tecnológicas incrementan la desigualdad en unas zonas del mundo -Occidente-, y la reducen en otras -Asia Oriental-; xii) revisan la democracia, dando relevancia a regímenes autocráticos, otros quieren revisar la doctrina liberal para inscribir el iliberalismo en el libro de la interpretación de lo que ocurre en el mundo; xiii) impone formas a la gestión de la política dando poder a internet, al algoritmo y a otras formas de descomponer la sinfonía de la política; xiv) emergen y se promocionan las Rutas de la Seda que conectan Occidente con Oriente y Oriente con Occidente; xv) lo global es la nueva marca del mundo, el nuevo diseño de marketing público que promueve la interdependencia y nuevas formas de estar, ser y conectarse unos con otros; xvi) la sociedad laboral es frágil, fracasa en el intento de ofrecer seguridad y empleo a muchos ciudadanos, no abre nuevas posibilidades para abrir la autopista por donde circula la edad, el género, el trabajo, los nuevos empleos  y los itinerarios vitales de vida; xvii) el empleo emerge como un problema clave, sobre todo para los sectores jóvenes de la población activa y para los que no están dotados con formación socio-técnica cualificada; xviii) las relaciones generacionales se representan desde la desconexión entre generaciones, de hecho, esta ruptura es uno de los problemas con más capacidad de conflictividad futura; xix) emerge la sociedad auxiliar formada por empleos poco cualificados, temporales y mal pagados, frente al poder de la sociedad tecnológica que transforma el talento técnico y tecnológico en la seña de identidad laboral, y emite señales para la significación de la disonancia y la desconexión entre la sociedad oficial y las múltiples periferias sociales, vulnerables, desintegradas, desafiliadas, y marcando distancias con el camino principal que describe la 4ª Revolución Industrial; xx) los futuros no están escritos, por supuesto, pero algunas tendencias indican hacia donde dirigirse y mirar.

En estas condiciones, el valor que cotiza alto es la flexibilidad. Los saberes formalizados no avanzan con la velocidad que impone la necesidad práctica de conocer y responder ante los enigmas del mundo. La pregunta que queda abierta es: ¿Cómo prepararse para vivir las transformaciones e incertidumbres que condicionan el mañana?

 

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Imagen: Artislike, Pixabay

La Democratización de Datos como palanca de mejores soluciones basadas en Datos

En las últimas semanas hemos visto en las noticias la creciente relevancia que se concede a los datos y a los algoritmos que se aplican a tales datos. En particular, con la crisis que actualmente absorbe nuestra actualidad, es decir, la pandemia del COVID-19. Asistimos día a día a la monitorización de la evolución de la pandemia a través de modelos cuantitativos para prever la propagación del virus. Tal seguimiento y su análisis permiten que avancemos en diferentes “fases de la desescalada”, que se adopten diferentes medidas, que se permita mayor o menor libertad de movimiento, etc. Sin embargo, observamos que este es un proceso que continuamente se pone en entredicho. Aunque a menudo hay un trasfondo político en las críticas, lo cierto es que el problema en sí mismo radica en la naturaleza de los propios datos y la manera en que las personas los recogemos, amoldamos y procesamos. Han sido varias las circunstancias que han hecho que los datos que hemos recopilado e intentado interpretar para ayudarnos en la toma de decisiones, no han sido “suficientemente buenos”, es decir, de la calidad que hubiéramos deseado. Algunos ejemplos de los problemas asociados a los datos que manejamos son: “no se contabilizan del mismo modo”, el “reporte de datos los fines de semana se demora”, algunas autonomías sólo “cuentan las defunciones en hospitales”, etc.

En conclusión, es evidente que recoger, homogeneizar, modelar, simular o experimentar con los datos es un importante desafío. Eso explica el surgimiento de la disciplina de la Ciencia de los Datos, para hacer referencia a la necesidad de afrontar la complejidad que entraña la recogida, procesado y actuación sobre las conclusiones derivadas de los datos de diferente naturaleza (estructurados provenientes de bases de datos o no estructurados provenientes de redes sociales).

Poner en práctica procesos de análisis de datos para la toma de decisiones implica no sólo capturar y acceder a los datos, sino además conseguir que estos tengan suficiente calidad para ser utilizables. Tal como indica el principio Garbage-In-Garbage-Out[1] la salida de un algoritmo, o cualquier función del procesamiento de información, es solo tan buena como la calidad de la entrada que recibe. Consecuentemente, en el origen de los datos a menudo radica el principal problema. En el caso del estado español, relativo al COVID-19, tales datos vienen de diferentes comunidades autónomas, cada cual con sus procesos de recogida, que han tenido que uniformar siguiendo las directrices de las autoridades sanitarias a nivel estatal. Se puede intentar culpar a muchos: a las comunidades autónomas, al Gobierno central, a los que recogen la información, a los científicos de datos que los procesan y generan las “curvas de la pandemia”. Pero con todo, la propia naturaleza de los datos es la única culpable de no poder interpretar datos más veraces con mayor precisión.

El “poder de los datos” es cada vez más patente. Llevamos desde el principio del siglo hablando de la necesidad de tener datos abiertos, de que las administraciones públicas deben mejorar la transparencia y promover incluso la innovación, abriendo datos sobre los procesos y servicios que gestionan. Muchos indican que el “petróleo del siglo XXI son los datos”, prueba fehaciente de ello es que cinco de las empresas más grandes del planeta deben una gran parte de su negocio al uso que dan a los datos personales de sus usuarios en los diferentes servicios que ofertan. Estamos hablando de empresas como Amazon, Apple, Microsoft, Google o Facebook. Por otro lado, se está incidiendo mucho en la necesidad en Europa de promocionar la “Economía de los Datos” dando valor a los datos que recogen nuestras empresas en sus procesos productivos o los servicios que prestan, pues en muchas ocasiones no se valorizan. Con todo, independientemente de si hablamos de datos públicos, personales o industriales, es primordial que preservemos, controlemos y valoremos los datos. La gobernanza y el control de soberanía de los datos (términos asociados comúnmente a la democracia) son cada vez más relevantes para regular el uso, consumo y explotación de este nuevo “petróleo del siglo XXI”.

Centrándonos en cómo los datos pueden ayudarnos a resolver problemas de gran relevancia social y económica, como es la crisis del COVID-19 actual, veamos cuáles son las barreras que hemos de superar y qué mecanismos han ido emergiendo para abordarlas. La transparencia (apertura) es un atributo estrechamente ligado a la gobernanza (control y explotación) y la democratización (acceso y consumo) de los datos. Como resultado, desde 2016 grupos de expertos internacionales acuñaron el concepto FAIR data (o “datos justos”) a través de un artículo en la prestigiosa revista Nature[2]. Asimismo, instituciones internacionales como la Comisión Europea inciden en la importancia de liberar datos que nos puedan ayudar a catalizar la investigación. Bajo el paraguas FAIR se recogen un conjunto de directrices dirigidas a la gestión y administración de datos científicos. El propósito del concepto “datos justos” es proporcionar un conjunto de principios para mejorar la capacidad de encontrar y facilitar la accesibilidad, la interoperabilidad y la reutilización de los activos digitales. Los principios de FAIR hacen hincapié en la capacidad de actuación de las máquinas (es decir, la capacidad de los sistemas informáticos para encontrar (find), acceder (access), interoperar (interoperate) y reutilizar (reuse) datos sin intervención humana o con una intervención humana mínima), porque los seres humanos dependen cada vez más del apoyo informático para tratar los datos como resultado del aumento del volumen, la complejidad y la velocidad de creación de los datos.

Publicar datos abiertos para facilitar su tratamiento y la investigación a través del concepto FAIR es, en consecuencia, necesario, pero no es condición suficiente para que se puedan aprovechar por la comunidad científica y la sociedad en general. Es, por lo tanto, fundamental centrarnos en la mejora continua de los datos. Tal mejora es tarea no solo de aquellos que aportan datos sino también de aquellos que los consumen. Intervienen en este proceso de mejora algoritmos o procesos informáticos que detectan incoherencias, resuelven errores, y que, a menudo, requieren la intervención de humanos que moderan y validan las correcciones e incoherencias encontradas en los datos. En resumen, no es suficiente que los datos sean abiertos y “justos”, deben ser además de “alta calidad”, para facilitar su procesamiento y dar lugar a visualizaciones e interpretaciones entendibles no sólo por científicos de datos, sino por la ciudadanía en general. Solo así podremos avanzar hacia la “democratización de los datos”.

Por otro lado, también necesitamos reflexionar sobre los algoritmos que aplicamos a tales datos. La iniciativa OPAL – Open Algorithms for better decisions[3] – pretende liberar el potencial de los datos privados para el bienestar público. Tiene como objetivo servir como un facilitador de confianza para liberar el potencial de los datos recolectados por organizaciones privadas, trayendo el código a los datos a través de algoritmos abiertos y sistemas tecnológicos y de gobernanza seguros y justos, para mejorar las decisiones que apoyen los objetivos de desarrollo sostenible en el mundo. El poder desatado por los datos y su tratamiento ha hecho que la manera de aproximarse a datos y algoritmos, con la ayuda de la inteligencia artificial y —más en concreto— del aprendizaje automático (machine learning), haya pasado de una primera intención analítica (usar algoritmos para entender qué dicen los datos) a una intención predictiva (anticipar) y, finalmente, a una acción claramente prescriptiva (orientar la conducta de millones de personas mediante lo que se ha averiguado de ellas y de su contexto, utilizando para ello modelos predictivos y clasificatorios). Esto está causando en ocasiones el abuso de poder y la asimetría de capacidades de captación de datos, de su tratamiento, interpretación y decisión. Un punto común a las diversas variantes de este consenso es la exigencia de transparencia. La transparencia de datos y de algoritmos[4] implica la capacidad de saber qué datos se utilizan, cómo se utilizan, quiénes los utilizan, para qué los utilizan y cómo se llega a partir de los datos a tomar las decisiones que afectan a la esfera vital de quien reclama esta transparencia. En conclusión, datos más democráticos tienen que estar ligados a algoritmos (procesos) de análisis más transparentes, que permitan la explicación de las conclusiones generadas.

Finalmente, quiero cerrar este artículo mencionando otra temática de candente actualidad y que está generando mucha controversia, ya que puede amenazar un “uso democrático de los datos personales”: la introducción de aplicaciones por los gobiernos para rastrear los contactos sociales[5], con el objeto de hacer frente a la pandemia del coronavirus. La idea de estas aplicaciones es recabar y poner a disposición de las autoridades sanitarias en todo el mundo, datos de movilidad y de contactos entre individuos que permitan hacer un mejor seguimiento y predicción de las infecciones de COVID-19. China, Taiwán y Corea del Sur están ya usando este tipo de aplicativos. Sin embargo, estos aplicativos plantean serias dudas acerca de la privacidad de la información de los usuarios, algo que Apple y Google, proveedores conjuntos de una interfaz programática (API) para facilitar el desarrollo de tales aplicaciones móviles en dispositivos iOS o Android, dicen haber sido capaces de mitigar mediante el uso de Bluetooth y el carácter « voluntario » de los programas. Ante esta tesitura, muchos centros de investigación internacionales están reclamando la instauración de soluciones basadas en blockchain (totalmente descentralizadas, sin control central gubernamental) que garanticen la privacidad de los usuarios, les permitan ser conscientes de cuándo han entrado en contacto con infectados y deban por tanto guardar cuarentena, pero al mismo tiempo impidan que se tomen medidas sancionadoras contra ellos. Las soluciones basadas en blockchain pueden resolver los acuciantes problemas relativos a la soberanía y gobernanza de nuestros propios datos personales.

Como vemos la “democratización de los datos” puede ser observada desde diferentes prismas y es indudablemente multiespectral. No obstante, es innegable su relevancia e importancia en nuestra cotidianeidad, para poder ayudar a través de soluciones digitales a resolver los desafíos a los que nos enfrentamos día a día.

 

[1] https://www.semantics3.com/blog/thoughts-on-the-gigo-principle-in-machine-learning-4fbd3af43dc4/

[2] https://www.nature.com/articles/sdata201618

[3] https://www.opalproject.org/

[4] http://bid.ub.edu/es/41/sanguesa.htm

[5] https://www.20minutos.es/noticia/4246904/0/apple-y-google-revelan-como-seran-las-aplicaciones-para-rastrear-en-el-movil-contactos-con-covid-19/

Imagen: Jan Alexander, Pixabay

REFLEXIONES EN TORNO AL COVID-19 DESDE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA CIENCIA DE DATOS

Vivimos tiempos difíciles. La pandemia de coronavirus nos ha colocado ante una situación que hace apenas unos meses no habríamos ni siquiera imaginado. Una situación que plantea y seguirá planteando muchas cuestiones cruciales sobre nuestra sociedad, que muy posiblemente ya no volverá a ser la misma.

Entre esas cuestiones se hallan, sin duda, las que rodean al uso y control de los datos. Es evidente que la ciencia de datos y la inteligencia artificial, en toda la generalidad de los términos, se han convertido en un elemento crucial para combatir el COVID-19. No solo por el análisis y seguimiento de la epidemiología, sino también, entre otros,  por su uso para el desarrollo de posibles tratamientos, para la identificación de terapias prometedoras, para la identificación de grupos de riesgo, para la predicción temprana de posibles complicaciones o para la posible clasificación de pacientes. Utilidades que no surgen en su mayoría de aplicaciones específicas, sino de la aplicación de la ciencia de datos y la inteligencia artificial a un problema nuevo. Parafraseando un artículo de Iñaki Izquierdo en El Diario Vasco el pasado 14 de abril, los científicos que están utilizando técnicas de ciencia de datos e inteligencia artificial para salvar miles de vidas, no estudiaron nada sobre aplicaciones concretas al COVID-19, aprendieron esas técnicas de la utilización de ciencia de datos e inteligencia artificial en otros problemas. En particular, se están desarrollando de manera muy rápida técnicas que permiten saber si un paciente está infectado o no a partir de una radiografía. En el desarrollo de este tipo de sistemas hay dos problemas fundamentales:

1.- La necesidad de datos que deben ser proporcionados por los médicos, los cuales, como es lógico, ahora están mucho más ocupados en otras cosas y no tienen tiempo de prepararlos.

2.- Las cuestiones éticas.

Todas estas técnicas que estoy indicando  han surgido como consecuencia de la investigación básica en los últimos años en inteligencia artificial y ciencia de datos, investigación básica tan denostada, como indica Pedro Miguel Etxenike, en la Universidad actual. Por eso la investigación básica, la que no necesariamente tiene aplicaciones inmediatas directas en la industria, o el mercado en general, debe tener también su espacio. No olvidemos que muchas de las herramientas que hoy hacen posible ese análisis de datos surgieron exclusivamente de forma teórica y pasaron muchas veces años hasta que de repente cobraron utilidad en problemas concretos. Si bloqueamos hoy la ciencia básica por un mal entendido concepto de utilidad, nos encontraremos que ni siquiera las herramientas anteriormente comentadas podrán desarrollarse frente a futuras crisis imprevistas.

Y no quiero terminar esta breve reflexión sin una referencia a la ética. Los datos también presentan un lado oscuro. La invasión de privacidad o la posibilidad de transformarlos en mecanismos para decisiones inapelables en manos de unos pocos. Hoy ya sabemos que los gobiernos están utilizando nuestros móviles, nuestros datos, para hacer un seguimiento de los movimientos de cada individuo. No entro a discutir si este control está ahora justificado o no. Sin embargo, sí creo que esto es solo una muestra de lo que puede venir, y que es necesaria una excelente muralla de formación ética para evitar abusos. Muralla que debe también construirse, o al menos empezar a hacerlo, durante el período académico, y cuyos cimientos deben estar sobre una sólida formación humanística que, en estos tiempos, es más útil que nunca.

Esta reflexión me lleva a una pregunta crucial: ¿Debemos en estos tiempos de pandemia hacer prevalecer el anonimato de los datos frente al desarrollo rápido de las técnicas para ayudar a los médicos? La respuesta no es fácil, pero yo me inclino por facilitar la ayuda a los médicos en este momento y dejar en segundo plano el anonimato ante esta situación. ¿Cuál es su opinión?

Imagen: Walter Otto, Unsplash  

Pandemia osteko lehen orduak

Etorkizunak, nahiz etorkizun hurbila izan, zer ekarriko digun ezin dugu jakin. “Iragana eta oraina dira errealitatearen egoitzak. Etorkizuna ez dakigu non bizi den ere”, idatzi du Anjel Lertxundik berriki. Honela, etorkizunera hurbiltzerakoan, umiltasun osoz joatea komeni da, halabeharrez, nora ezean joango baikara. Baina, era berean “…etorkizuna txerri-gantxoa da: bakoitzak iruditzen zaiona zintzilika dezake bertatik” badela ere aipatu zuen. Ados nago. Izan ere, pandemia honi buruz orain arte irakurritakoak horixe bera dira, norberari “iruditutakoak”, aise igartzen delarik, gainera, nor zein jakintza arlotako den.

Hala nola, politologoek diote “gobernantza berri baten atarian gaudela” (zein den…, nork daki). Ekonomialariek, “krisi ekonomiko larri baten aurrean gaudela” diote. Gerenteek, “telelanaren aroa zilegiztatu egin dela, etxetik edo edonondik lan egiteak produktibitatea igotzen delaren ebidentzia gauzatu delako”. Zientzialariek, “ikerketa zientifikoa giltzarri omen dela, gizateriaren ongia guztiaren sorburu izanik, aurrerantzean arreta gehiago paratuko zaiola, batez ere hura jasangarri izan dadin guztiz beharrezkoa den oinarrizko ikerketa basikoari”. Psikologoek, “sozialki antolatzeko modu berriak saiatuko ditugula, gertukoenekin egotea zein aberasgarri den itxialdian zehar konturatu garelako”. Kulturgileek, “kultura, beti krisian egonik, orain birusak azkenengo kolpea eman omen diola. Hemendik aurrera, turismoa berpiztera bideratutako kultur egitasmoak izango omen direla nagusi. Kultura hilik da eta ez da berpiztuko, baldin ez bada …”. Adimen artifizialeko adituek: “industria soft delakoak bultzada handia hartuko duela. Online ereduak gailenduko direla, hezkuntzan ere bai, eta zainketa soziala areagotuko omen dela. Krisian zehar irabazitako zilegitasunaren poderioz, guztion bermerako direla aitzakiarekin, zainketa eta kontrol neurri ez guztiz zilegi asko erraz ezarriko omen direla”.

Birus batek hankaz gora jarri du sistema osoa. Ez da kataklismo kosmiko bat izan. Baina ez da huskeria bat; birusak asunto serioa dira. Material genetikoz osatutako paketetxoak dira, badira DNA dutenak eta badira RNA dutenak. Birusek zelulen biosintesi makineria bahitzen dute, euren buruaren kopiak egiteko. Izatez, oso espezifikoak dira, hau da, birus tipo batek zelula tipo bati eta bakarrik bati erasotzen baitio. Birusak giza eritasun askoren iturburua direla, aspaldi da jakina. Besteak beste, ebola, baztanga, HIESa, arnasketa sindrome-zorrotz larria, papilomak, herpesa, gripea edota katarro arrunta, birusek eragiten dituzte. Birusek bizirik dauden organismo oro infektatu dezakete, aziendak eta laboreak ere bai. Zer esanik ez animalia basatiak.

Birusak, txikiak nahikoak dira euren atomo guztiak zehaztasunez irudika ahal izateko. Beraz, haien egitura kimikoa ezagut daiteke. Baina, giza birus gehienek konplexutasun handiagoa hartzen dute gizakien zelulen mintzen materialarekin (lipido, proteina eta glikanoen nahasteka bat, hain zuzen) euren burua estaltzen dutenean. Hauexek dira koronabirusak. Klase honetakoa da SARS-CoV-2 (korona)birusa, zeinek COVID19 izeneko gaixotasuna eragiten duen. Ohar labur bat: lehen esan dut ba, birusak oso espezifikoak direla. Ba oraintxe jakin izan dugu, Miren Basares-ek Euskal Herriko Unibertsitateko Mikrobiologiariak argiki adierazi digulako, SARS-CoV-2a gizakien arnasbideko zelula epitelialetan dagoen ACE2 errezeptoreari (angiotentsina 2 bihurgailu-entzima) itsasten dela. Horregatik eragiten du hainbeste kalte gizakien arnasketa sisteman. SARS-CoV-2ak, estalduran daukan S proteina erabiltzen baitu gizakien arnasbideko zelulen ACE2 errezeptoreari lotzeko. Lotura hori nola gauzatzen den jakitea, alegia zein lotura kimikoren bitartez, oso garrantzitsua dela bistan da. Hauxe bera da lehenago aipatu dudan “oinarrizko ikerketa basikoa”, beraz, badu garrantzia, ez ?. Agian oraindik garrantzitsuago zera da, halako loturak nola antzeman eta aztertu daitezkeen dakien norbait gertu edukitzea, zeren hurrengoan ez dira lotura hauek izango, beste batzuk izango baitira. Gehiago jakin nahi duenak galde diezaiola dakienari. Alegia, Xabier Lopez eta David de Sancho, Euskal Herriko Unibertsitateko biokimika konputazionaleko ikerketa talde buruei, eta ez inguruko beste inori. Ez dakienari galdetzea alferrik baita, onenean, eta txarrenean, kaltegarri. Igarri al zait zein jakintza arlotako naizen ?.

SARS-CoV-2ak eragin du pandemia hau. Munduan, dagoeneko, 1.9 Miloi-ren bat pertsona infektatu hauteman dira (hilak 119.000-ren bat) eta gurean 15.400-ren bat (hilak 1.108). Osasun arazo larri bat dirudi, eta halaxe da, baina ondorioak ez dira bakarrik osasunezkoak izango, ekonomiko-sozialak ere izango baitira. Pandemia honek, esango diren baina hildako gehiago utziko dituela, ziurtasunez esan daiteke, eta miseria handiak eragingo dituela ere, ziurra da. Oro har hartuta, mundu eskalan hartuta, ezin gaitezke harroegi egon sistemaren sendotasunaz. Maila xeheago batean, gurean pandemia ez dela gaizki kudeatzen ari ere, bistan da. Ikusi nahi duenarentzat, noski. Baina, noiz arte iraungo du pandemia honek ? Inork baleki …

Txertoa izango da, ziur aski, pandemia honi amaiera emango diona. Mundu populazioaren %70a edo, inmunizatu behar omen dela diote adituek, pandemia ezabatzeko. Hori lortzeko modurik eraginkorrena, txertoa da, dudarik ez. Baina, izan dezagun gogoan, txertoa, lortzen denean, ez dela bat batean zabalduko munduan zehar, ziur aski. Nazio eta enpresen arteko lehiak eragotziko baitu, ziur aski, haren zabalkundea. Beraz, ondorioak, ez dira bukatuko itxialdiarekin batera, iraun egingo dute luzaro, ziur aski. Lanak gaizki hasten direnean, bakarrik okerrerantz bilaka daitezke, baldin ez badugu egin duguna aztertzen, ondo egindakoak gogoan hartzeko, baina gaizki egindakoak ere bai, berriz egin ez ditzagun, eta bidezkoa balitz bide berriak urratzen hasteko. Esatea erraza da, egitea beste kontu bat da. Iraultza behar da.

Nik nahi nuke, krisi hau, aldaketa/iraultza baten hasera izango balitz, non, hezkuntza den giltzarri. Ganorazko hezkuntza bat, hiru zutabetan oinarrituta. Alegia, “irakurri”, informazioa jaso, “idatzi”, informazioa transmititu, eta “kontuak” (aritmetikoak, literarioak, artistikoak, eta abar) abstrakzioa lantzeko. Eta kito. Ez “baloretan” edota “konpetentzia transbertsaletan” edota izen handi bezain hutsal duten hainbat beste hainbat sasi-kontzeptutan oinarritutako hezkuntza. Nire uzte apalean, pertsona kritikoak eta aldi berean solidarioak hezitzeko bermea hiru zutabe horietan datza. Honela, bide batez, hezkuntza sistemak “zer eskatzen zaion” zehatz-mehatz jakingo luke.

Nekane Balluerka Doktoreak, Euskal Herriko Unibertsitateko, EHUko, errektorea dena eta hori baino gehiago psikologo handi bat, zioen berriki “… gauza asko aldatuko dira, baina ez legoke gaizki (…) gu geu aldatzetik hasiko balitz eta eraldaketa horrek, bestalde, gizarte konprometituago eta solidarioago bat eratzera eramango bagintu”.

Bide luze eta malkartsua da hau, zinez, norbanakotik hasi eta gizarte antolatueraino iritsi arte. Biderik luzeena ere, lehenengo urratsarekin hasten da. Alegia, “gu geu aldatzetik”, hezitzetik, hasten da bide hau. Zeren zain gaude ba; ez dugu ezta koronabirusaren aitzakiarik behar eta.

Irudia: Sebastien Gabriel, Unsplash 

Mundu Globalizatua Gobernatzeko Erronka

Bigarren Mundu Gerraren amaierak Nazio Batuen Erakundearen sorrera bultzatu zuen 1945ean bertan. Hiru urte beranduago, Giza Eskubideen Aldarrikapen Unibertsala. Gerraren hondamendia bizitako belaunaldiak beste sarraski bat ekiditeko baliabideak behar zirela ulertu zuen, gaur, oraindik, erreferente zaizkigunak.

Koronabirusaren krisiak azaleratu du gaur egungo mundu globalizatu honi eta honek dakartzan arazoei aurre egiteko premiazkoak direla kooperazio internazionala eta zerbitzu publikoen indartzea. Alde batetik, baliabideak egokiro produzitu eta banatzeko beharra baitugu. Eta, bestetik, diru publikoz sustengatzen ditugun zientzia zein osasun- eta gizarte-zerbitzuak ezinbestekoak zaizkigulako.

Mundua aldatuko da, bai. Orain arte eroso bizi izan den eta, hein batean, inertziaz gobernatu duen belaunaldi hau, askok gristzat jo izan dutena, antolatuko da gaurko mundu globalizatu hau gobernatzeko. Orain ezarriko diren oinarriek mende honen patua definituko dute.

BERRIA egunkariko Nola aldatuko du koronabirusak mundua? artikuluan argitaratua (2020/04/12).

Irudia Lothar Dieterich, Pixabay

Eta gero zer?

SARS-CoV-2 birusak eragindako pandemiaren ondoren mundua imajinatzea eta 1.000 karaktere baino gutxiagotan balio duen ekarpenik egitea ez da lan erraza. Beraz, epe ertainean gure bizitzak markatuko dituzten sei titularretara mugatuko naiz: 1) krisi ekonomikoa izango dugu, baina, beti bezala, pasatuko da eta ahaztu egingo zaigu; ez dakit zenbat iraungo duen, baina, beti bezala, orbain batzuk utziko ditu kolektibo eta herrialde batzuen artean; 2) asiarragoak izango gara osasunean, eta gaixotasun jakin batzuetatik gehiago babestuko gara; 3) eskandinaviarragoak izango gara gure etxearekiko maitasunean, baita gure gizarte-harremanak mugatzeko orduan ere; 4) denok izango gara digitalagoak eta harreman birtuala gure bizitza presentzialaren parte bihurtuko da; 5) tokiko ezagutza eta talentua aldarrikatuko ditugu, azkar aldatzen den mundu honetan lehiakorrak izateko; 6) aspalditik egungoa bezalako erronkarik ezagutu ez duen gazteria bat izango dugu, eta ziur nago gai izango direla zaharren beharrei hobeto erantzungo dien mundu bat eraikitzeko, krisi honen paganoak izaten ari baitira, horietako asko beren gertukoen giza beroa sentitu ezinik joan direnak.

BERRIA egunkariko Nola aldatuko du koronabirusak mundua? artikuluan argitaratua (2020/04/12).

Irudia Volodymyr Hryshchenko, Unsplash

Pandemia: Norbera aldatzeko aukera

Egun pairatzen ari garen pandemiak mundua nola aldatuko duen planteatzea egiazko erronka bat da. Aldaketa sakonak izango dira ezbairik gabe, baina horietako asko aurreikusezinak dira. Horrek ziurgabetasuna gehitzen dio egoerari, eta gizarteentzat ez dago ziurgabetasuna baino ezer okerragorik, ziurtasunik ezak beldurra eragiten duelako beti, eta beldurra etorkizuna diseinatzeko lagunik okerrena da.

Baina baikorrak izan behar dugu: arlo akademikoari arreta jarriz, azken egun hauetan Euskal Herriko Unibertsitateak ahalegin handia egin behar izan du irakaskuntza urruneko eta online modalitateen bidezko jarduerara egokitzeko. Hau guztia bukatzen denean, aurrez aurreko irakaskuntzak gure irakaskuntza ereduaren ardatz nagusia izaten jarraituko du (balio hezigarri nabaria du, baita pertsonala ere). Baina, dudarik gabe, beste irakaskuntza eredu batzuk ere sustatuko dira, aurretiaz ere erabiltzen genituenak, baina azken asteotan irakaskuntzaren bizkarrezur bihurtu direnak. Irakaskuntza baliabideen dibertsifikazio hori etorkizunean erruz indartuko diren joeretako bat da.

Hitz beste eginez, maila pertsonalean hausnarketa bat egin nahiko nuke. Aldaketei buruz ari garenean, jarrera pasibo batetik ari garela dirudi: jasango ditugun aldaketez ari garelako, gure esku-hartzerik izango ez dutenez. Aitzitik, konfinamendua ongi baliatu behar dugu, eta pertsona eta gizarte gisa berrasmatu behar gara: sasoi hau baliagarri izan dakiguke gehien maite ditugunekin dugun harremanari ñabardura berriak bilatzeko, azkenaldian urrun gelditu zaizkigun lagun horiei deitu edo idazteko, osasuna edo hezkuntza bezalako zerbitzu publikoak aintzat hartzeko. Finean, pertsona hobeak izaten ere saia gaitezke.

Bai, gauza asko aldatuko dira, baina ez legoke gaizki aldaketa multzo hori gu geu aldatzetik hasiko balitz eta eraldaketa horrek, bestalde, gizarte konprometituago eta solidarioago bat eratzera eramango bagintu.

BERRIA egunkariko Nola aldatuko du koronabirusak mundua? artikuluan argitaratua (2020/04/12).

Irudia congerdesign, Pixabay 

Hacia un mundo común

Esta crisis fortalecerá la tendencia hacia un mundo de bienes comunes, por tanto, hacia un mundo más integrado en términos de regulación e institucionalmente. La conciencia de los bienes y las amenazas que compartimos pondrá nuevamente de manifiesto que esos bienes y males colectivos sobrepasan la capacidad de los estados.

Se está modificando la idea que teníamos de los bienes públicos, vinculados hasta ahora con una soberanía estatal que se encargaría de garantizarlos. Poco a poco tomamos conciencia de que se trata de bienes que no son divisibles entre los Estados, como pasa con lo que se refieren al medio ambiente, la seguridad, la estabilidad económica, la salud en estos momentos, que no se prestan a una gestión soberana sin provocar graves efectos perversos. Las crisis mundiales o los riesgos globales no afectan únicamente a las comunidades nacionales más directamente concernidas sino al conjunto de la humanidad, por las consecuencias en cadena o los efectos derivados.

Las decisiones fundamentales ya no son adoptadas en el nivel nacional, que con frecuencia no decide más que acerca de lo accesorio. En materia comercial, monetaria, fiscal o social, las decisiones se han vuelto profundamente interdependientes, lo que inaugura un modo de gobernanza que implica no solamente un reforzamiento de las coordinaciones intergubernamentales, sino también la constitución de espacios de movilización y de representación de intereses, de discusión y de debate público, que trascienden los territorios nacionales y las lógicas soberanas.

Publicado en el artículo Nola aldatuko du koronabirusak mudua? BERRIA (12/04/2020).

Imagen Farzad Mohsenvand, Unsplash

Tecnovirus

La distinción entre genes y tecnogenes puede ampliarse a otras entidades biológicas, incluyendo los virus. (…) COVID 19 aporta un buen ejemplo de estas grandes innovaciones, muy poco frecuentes. Siendo originariamente una entidad biológica, (…) ha sido implementado por diversos sistemas técnicos, tecnológicos y tecnocientíficos que han operado sobre él, desarrollándolo y convirtiéndolo en tecnovirus. Lo denominaremos TECNOCOVID 19 (…).

Desde que el corona virus fue noticia en los medios de comunicación, COVID 19 devino rápidamente una entidad informacional, un infovirus. (…) En suma: la entidad biológica del principio, COVID 19, se había convertido en un mes en un complejo sistema tecno-social-sanitario al que conviene denominar TECNOCOVID 19, precisamente para dejar claro que lo que fue una mutación biológica disruptiva se ha convertido en un conjunto de innovaciones tecnosociales disruptivas, cada una de ellas conflictiva por sí misma. (…) COVID 19 se ha expandido masivamente por el planeta, contaminando y enfermando organismos; pero mucho más se ha expandido TECNOCOVID 19 a través de las mencionadas implementaciones tecnológicas y tecnocientíficas, cuyos protagonistas principales han sido los Gobiernos, como antaño, cuando los Estados tenían poder. Hemos asistido, pues, a un retorno del poder estatal, pero de un poder científicamente guiado, sin perjuicio de que las veleidades policiales y militaristas hayan apuntado también. [En] pasos sucesivos, COVID 19 se está convirtiendo en una tecnopersona, (…) Se trata de una tecnopersona vírica que se ha instalado rápida y profundamente en el imaginario social de nuestro tiempo, del cual no será desalojada, por mucho que la pandemia sea controlada e incluso desaparezca. TECNOCOVID 19 conforma ya la memoria de nuestra época.

Nota: Extracto del apéndice del libro Tecnopersonas: cómo las tecnologías nos cambian de Javier Echeverría y Lola S. Almendros, que será publicado en abril.

Publicado en el artículo Nola ardatuko du koronabirusak mundua? BERRIA  (12/04/2020).

Imagen Clay Banks, Unsplash

¿De qué manera cambiará el coronavirus el mundo?

Inicialmente creo que todos cambiaremos, pero la sostenibilidad del cambio a medio/ largo plazo no me resulta tan clara. Ahora, todos estamos con más o menos miedo o temor ante una posible infección por el coronavirus, en nosotros mismos, en nuestros familiares, amigos o vecinos; seguimos las recomendaciones durante el confinamiento, se buscan sistemas de entretenimiento, como cantar, bailar en las diferentes comunidades vecinales o virtuales o salir al balcón a las 20:00h. A mi pesar, desconfío de la constancia y responsabilidad permanente y universal.

Aunque se había hablado de que esta pandemia podía ocurrir, muchos hemos sido escépticos y considerando la distancia entre China y Europa, pensamos que aquí no iba a llegar, al menos con la misma virulencia. Pero, nos equivocamos, y no hemos reaccionado con suficiente rapidez, ni siquiera cuando se declararon los primeros casos en Italia.

Ningún país estaba ni está preparado para una catástrofe de este tipo. Es fácil criticar a los gobiernos y a las instituciones por su falta de previsión, pero esta situación ha sido totalmente nueva y ninguna institución, más concretamente la sanitaria podía prever las necesidades actuales. Lo que sí he podido ver en la sanidad pública es que, en nuestra comunidad autónoma, salvado el susto inicial, ha habido capacidad de organización y coordinación por parte de los gestores y participación voluntaria y progresiva de todos los profesionales sanitarios en respuesta a las necesidades originadas. Evidentemente, nadie puede negar que no ha habido disponibilidad de todo el material requerido para atender a los pacientes en la medida en la que estamos acostumbrados.

Se han buscado alternativas al uso único de algunos materiales escasos como esterilización de mascarillas, o ante la demanda de respiradores, algunos sectores profesionales han sido capaces de coordinarse para crear estos aparatos a partir de otros materiales existentes o a partir de impresión en 3D. Y otras más iniciativas.

Los profesionales que no estamos en la primera línea de atención a la pandemia, hemos continuado atendiendo al resto de pacientes, vía telefónica y en algunos casos también de forma presencial. La implantación de la historia electrónica única y la receta electrónica lo han facilitado y mucho, ya que existen otros pacientes no infectados que también requieren nuestra atención.

El confinamiento está dando resultado y a pesar de todas las dificultades, existe capacidad de camas hospitalarias para enfermos críticos y menos críticos y estamos viviendo la situación con cierto grado de control.

La sociedad en general y la sociedad médica en particular, quiere y necesita conocer más sobre la enfermedad, sus factores de riesgo, posibles tratamientos y pronóstico por lo que se han puesto en marcha numerosos ensayos clínicos que puedan dar respuesta hasta la disponibilidad de la vacuna específica. Todo esto pone de manifiesto la importancia de la investigación, especialmente la investigación traslacional en relación a este problema en concreto, u a otros.

La Sanidad Pública, en su concepto más amplio, ha respondido y es seguro que lo seguirá haciendo en el futuro. Bajo mi punto de vista, invertir en la sanidad pública es rentable. Esta situación ha supuesto un revulsivo para que profesionales de diferentes ámbitos demuestren su capacidad de transformación e innovación para solventar problemas y pienso que habrá que aprovechar el tirón. La importancia de invertir en Investigación es evidente.

Aunque mi mensaje global sea positivo, pensemos que todo es mejorable y que no debemos bajar la guardia porque el futuro es impredecible y debemos estar mejor preparados.

Publicado en el artículo Nola aldatuko du koronabirusak mundua? BERRIA (12/04/2020).

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